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La trayectoria del barniz de Pasto

Armando Montenegro
26 de febrero de 2023 - 02:05 a. m.

Cualquiera que se pasee por una feria artesanal y se tope al azar con algún objeto elaborado con barniz de Pasto, puede pensar que se trata de cualquier cosa típica de una de las esquinas de Colombia. Seguramente no sabe que detrás de ese barniz hay una interesante historia de muchos siglos, relatada en forma magistral por la experta María Cecilia Álvarez-White en un lujoso libro de la Universidad de los Andes.

Varios descubrimientos arqueológicos confirman los escritos de los Cronistas de Indias, quienes reportaron que, antes de la llegada de los españoles, los jefes indígenas utilizaban bastones de mando, collares y algunos objetos de uso diario adornados por el barniz de Pasto, derivado del mopa-mopa, procedente de la zona de Mocoa.

En la Colonia se fusionaron las técnicas y figuras del mundo precolombino con los temas, creencias y modas de los europeos. Esa fue la época de oro del barniz de Pasto. En museos y lujosas residencias de numerosas ciudades del mundo, hoy se exhiben riquísimas obras de madera decoradas con barniz, bajo la influencia de estilos orientales y europeos. Aparecen allí micos, papagayos y jaguares, al lado de leones, centauros y sirenas y varias figuras medievales. Frutas, hojas y árboles de la selva americana rodean, a veces, frases en latín y escudos nobiliarios de España. Se trata de piezas únicas, ordenadas por ricos señores y encopetados dignatarios: escritorillos, arcas y baúles, con ricas policromías e iridiscentes tonos metálicos, derivados del uso de laminillas de plata coloreada. Su sitio no era la capilla ni el oratorio, sino los salones donde se exhibían las riquezas, los abolengos y el poder terrenal de sus propietarios.

Más adelante, en el siglo XIX, debido a la dislocación económica y la caída de la población causadas por las derrotas pastusas en las guerras de Independencia, desaparecieron los pedidos de los europeos y las exportaciones al Viejo Continente. Las obras de barniz se achicaron, perdieron ambición y complejidad.

A mediados del siglo XX se masificaron algunos objetos del barniz dirigidos al mercado. Se produjeron objetos sencillos, de uso doméstico –bancos, bandejas y mesas auxiliares– hechos en serie. El barniz ya no se adhería al roble sino al democrático tríplex. Los motivos eran elementales, de carácter geométrico, por lo general, con dos colores: blanco y negro o rojo y negro. Desaparecieron los brillos metálicos multicolores, la profusión de figuras y la riqueza de las composiciones.

Luego vino un cierto renacimiento. Hace cuatro décadas, los mejores artesanos, con estudios y conocedores de sus tradiciones, recobraron algunas de las técnicas y motivos del pasado. Volvieron los objetos variados con figuras complejas, algunas abigarradas a la manera oriental, de varios colores con tonos metálicos. Los más prestigiosos satisfacen las preferencias de los compradores más exigentes y elaboran ricas piezas únicas o casi únicas.

Ya en este siglo, jóvenes artistas de la vanguardia se valen del barniz para innovar y producir, en forma personal, sin copias, clichés ni estereotipos andinos, sus creaciones originales. Joyeras como Tatiana Apráez venden sus dijes y aretes en exclusivos mercados internacionales. Sus obras salen de las ferias artesanales y llegan a las boutiques y tiendas exclusiva.

La historia del barniz de Pasto no se detiene.

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