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Las cifras que el DANE dio a conocer el martes pasado sobre el crecimiento de la economía no solo nos revelan lo que sucedió en el año anterior, sino que nos permiten completar nuestra comprensión de lo que está pasando y seguirá pasando en buena parte de 2022.
Aparte del crecimiento del PIB del 10,6 %, el hecho más notable fue el gran aumento de la demanda interna en 2021 —con un impresionante 13,3 %—, un fenómeno que tuvo una considerable aceleración a partir del segundo trimestre, con un dinamismo que se mantiene en el arranque de 2022 y que explica buena parte de los retos macroeconómicos que enfrenta la economía en este año. Si la demanda hubiera crecido a una tasa inferior, la economía no habría tenido el espectacular crecimiento de 2021, pero tampoco se estaría presentando el grave problema de inflación de hoy, ni el enorme déficit en la cuenta corriente de la balanza de pagos, del orden del 6 % del PIB.
En cuanto a las causas de la aceleración de la inflación, es claro que el gran crecimiento de la demanda interna chocó con serios problemas de oferta, originados en dificultades logísticas, el paro y los bloqueos de mitad de año y las conocidas dificultades de las cadenas de suministros. Estas circunstancias, además, facilitaron la transmisión al mercado interno de los mayores precios de una serie de bienes importados, que llegaban ya contagiados de la inflación de otros países.
El desborde de la demanda se registra tanto en el sector privado como en el público. El consumo de los hogares creció un 14,6 % en 2021, y el público un 12,1 %, fruto, en buena parte, del monumental déficit fiscal que se calcula en cerca del 7 % del PIB. Otra de las señales que reflejan el impulso de la demanda es el enorme crecimiento de las importaciones en el año anterior, del 27,5 %, el principal factor detrás del gran déficit comercial del país.
Si se cumplen los pronósticos del Gobierno y numerosos observadores de que la economía va a seguir expandiéndose a tasas superiores al 5 % en 2022, va a ser difícil que cedan las presiones inflacionarias, ya que, como lo anotan muchos analistas, el crecimiento potencial de la economía se ha visto afectado por los problemas creados por la pandemia y las restricciones de oferta observados desde 2021. De igual manera, si la demanda interna mantiene un alto ritmo de crecimiento en este año, seguramente se mantendrá el abultado déficit de la cuenta corriente de la balanza de pagos, en el supuesto de que el país siga contando con un acceso al crédito externo y la inversión extranjera siga fluyendo hacia nuestro país.
Ante esta situación, la tarea de restablecer el equilibrio macroeconómico recae inicialmente sobre el Banco de la República. Con la previsible y necesaria elevación de las tasas de interés de los próximos meses, se moderará el crecimiento de la demanda interna, de tal forma que el alza de los precios domésticos pueda converger gradualmente a las metas del Emisor. Esta medida también contribuirá a reducir el abultado déficit externo, consecuencia del exceso de gasto doméstico.
La intervención del Banco de la República debe ser complementada, apenas sea posible, en el próximo gobierno, por medidas tributarias y reformas estructurales que disminuyan el enorme e insostenible déficit fiscal y restituyan la pérdida sostenibilidad de las finanzas públicas.
