El Gobierno insiste en que no se va a gastar los cuantiosísimos recursos que, según su propuesta de reforma pensional, engrosarán las arcas de Colpensiones: más del 80 % de los dineros que hoy van a los fondos privados de pensiones. Dice que Colpensiones los va a ahorrar juiciosamente y que con ellos va a pagar, mucho más adelante, las pensiones de los colombianos.
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Existen justificadas dudas sobre la capacidad de Colpensiones de administrar unos fondos que sobrepasarán los 100 billones de pesos en pocos años. Esta entidad no tiene hoy ninguna competencia técnica y financiera para manejar inversiones y portafolios, una tarea altamente especializada que, tal vez con excepción del Banco de la República, ningún organismo del Estado puede realizar en forma adecuada. Colpensiones gira en la órbita del Ministerio del Trabajo, una débil cartera extremadamente dependiente de la política y del manejo de asuntos laborales. Basta recordar que fue el director de Colpensiones, Jaime Dussán, un curtido operador político del Polo Democrático con una larga experiencia sindical y partidista, quien propuso, hace unos meses, que los recursos que perderían los fondos privados se debían invertir en un tren eléctrico que uniría a Buenaventura con Barranquilla, una iniciativa surgida en un desliz del candidato Petro en la plaza pública.
Como tantas cosas que propone este gobierno, el manejo de reservas pensionales por medio de una opaca entidad pública ya se ensayó sin ningún éxito hace varias décadas. El Instituto Colombiano de Seguros Sociales (ICSS), antepasado de Colpensiones, dilapidó las reservas surgidas de la acumulación de las contribuciones de los trabajadores. Además de incurrir en eventos de corrupción, el ICSS financió al IFI, una entidad que usó esos recursos en catastróficos proyectos que pretendían industrializar el país, y al BCH, un banco público dedicado al desarrollo urbano. Ninguna de esas inversiones retornó al ICSS para financiar la seguridad social de los colombianos.
Cuando Colpensiones tenga 20, 50 o 100 billones en sus cuentas, los políticos, los avivatos, los lobistas, los soñadores, les van a caer como a una piñata de primera comunión. Le presentarán infinidad de proyectos “estratégicos”, “patrióticos”, del orden nacional y regional, con un pretendido interés social, y, de esta forma, como ocurrió con las reservas del ICSS, esa plata se esfumará y cuando llegue la hora de pagar las pensiones, el presupuesto nacional tendrá que hacerse cargo, pero ya en cantidades inconmensurables que difícilmente podrá atender.
La historia muestra que en el pasado relativamente reciente el mismo Ministerio de Hacienda, cuando estuvo necesitado de recursos, les echó mano a varios fondos de ahorros del Estado. Los ahorros petroleros, los de la venta de Isagén, los de las pensiones territoriales y otros pasaron a fondear al presupuesto nacional para atender los gastos del gobierno. No hay razones para pensar que esto no sucederá con las platas de Colpensiones. Para el gobierno lo más fácil, por supuesto, será que esta entidad compre toneladas de TES baratos y de largo plazo para atender el crecimiento del déficit público.
El manejo del ahorro pensional por parte de Colpensiones es, en el diseño de la reforma en marcha, un enorme peligro para los recursos de las pensiones de millones de colombianos.
