Peligro, políticos a cargo

Es peligroso que el mismo Presidente de la República tome directamente, por su propia iniciativa y sin el filtro técnico del ministro de Hacienda y las demás autoridades, decisiones complejas que pueden tener un impacto importante y duradero sobre variables críticas de la economía.

Este peligro es aún mayor cuando los cuadros de la tecnocracia se han debilitado, se limitan a cumplir dócilmente las directrices del mandatario y carecen de ascendencia y respeto dentro del Gobierno y la sociedad. Cuando esto sucede, los presidentes, sin ningún freno, pueden seguir sus burdos instintos económicos y poner en marcha iniciativas dañinas, con el aplauso transitorio de las tribunas, que más temprano que tarde causan estragos en el crecimiento, la inflación y la estabilidad de los mercados.

Aunque existen ejemplos recientes de estos comportamientos en América Latina, es ilustrativo comentar lo que ha venido sucediendo en la economía de Turquía, bajo el liderazgo de Recep Tayyip Erdogan.

Erdogan tiene sus propias teorías monetarias, bastante diferentes a las que estudian los economistas. Por ejemplo, piensa que para bajar la inflación es necesario reducir las tasas de interés (todo lo contrario a lo que sostienen los banqueros centrales).

Impulsado por estas ideas, con el aplauso de gremios y políticos subalternos, destituyó al ministro de Hacienda y al gobernador del Banco Central cuando decidieron hacer su tarea para enfrentar un fuerte brote inflacionario. Nombró a su yerno en el ministerio, quien, con la guía de su suegro, no hizo más que empeorar la situación. Hoy, con otro ministro y otro gobernador, ambos de bolsillo, Turquía sigue bajando sus tasas de interés, al tiempo que la inflación está disparada.

Las cifras son horribles: la lira turca se ha depreciado un 40 % en este año y la inflación ya supera el 20 %. Aunque el vigoroso crecimiento del PIB —el rebote de la recesión del año anterior— es uno de los más altos de Europa, el alza de los precios ha erosionado el poder adquisitivo de los trabajadores y creado un gran descontento popular. El propio presidente está llevando la peor parte del lío que él mismo creó.

Erdogan, como es frecuente con los populistas, está consiguiendo todo lo contario de lo que buscaba. A pesar del buen crecimiento económico, su favorabilidad en las encuestas ha bajado por el impacto de la inflación. Los analistas piensan que su coalición de gobierno puede perder las elecciones en 2023.

Erdogan cometió el error de tomar en sus torpes manos el manejo económico del país, de acuerdo con sus peculiares nociones monetarias. Un motivo por el cual la mayoría de los políticos delegan el manejo económico a los expertos es, precisamente, su instinto de conservación. Saben que sin el apoyo y consejo de los tecnócratas pueden cometer errores graves, causar dislocaciones sociales y perder sus puestos. Por este motivo recortan voluntariamente sus poderes y se someten de buena gana a las decisiones de economistas bien entrenados a cargo de los ministerios y las agencias económicas especializadas. Esta es una de las razones de la existencia de los bancos centrales autónomos, los gabinetes económicos, las reglas fiscales y la evaluación de los proyectos de inversión.

La torpeza y la arrogancia de los mandatarios que no saben, pero creen que saben, les hacen mucho daño a sus países.