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Reyes: cien años

Armando Montenegro
15 de marzo de 2009 - 03:00 a. m.

EL PASADO 13 DE MARZO SE CONmemoraron los cien años del principio del fin del gobierno de Rafael Reyes, un presidente conservador, autoritario y modernizador, que gobernó con el apoyo de importantes líderes liberales, que cambió la Constitución para asegurar su reelección y que combatió la independencia de la Corte Suprema de Justicia.

Dos de las metas de su gobierno fueron el orden y la seguridad (inmediatamente después del caos de la Guerra de los Mil Días). Fomentó lo que hoy se llamaría “confianza inversionista”: un clima favorable a la actividad privada, basado en la naciente estabilidad institucional y la protección estatal a los negocios.

El modelo de Reyes fue el gobierno de don Porfirio Díaz, el dictador mexicano —reelegido, período tras período, por medio del fraude y la manipulación del sistema político—. También su lema fue: “menos política y más administración”.

Desde el comienzo, Reyes mostró su talante dictatorial: cerró el Congreso y envío a los congresistas disidentes a un campo de concentración en Orocué, e impidió que el parlamento sesionara durante su gobierno. Fusiló a quienes trataron de matarlo. Una Asamblea Constituyente cambió la Constitución y, casi hasta el final, expidió las leyes que quiso el líder.

A pesar de sus numerosas iniciativas progresistas, entre ellas la creación del Ministerio de Obras y el ordenamiento monetario que resultó en la estabilidad de precios, Reyes amordazó los mecanismos democráticos. Por este motivo, la inconformidad popular tuvo que expresarse mediante manifestaciones y protestas callejeras que, con frecuencia, terminaron en confrontaciones con la Policía.

Esto fue precisamente lo que ocurrió cuando se conoció en Bogotá que el Gobierno, sin mayor consulta con los partidos, había firmado el tratado Cortés-Root, por medio del cual Colombia reconocía la independencia de Panamá y recibía, a cambio, una pírrica indemnización de Estados Unidos. La furiosa reacción de los universitarios y de buena parte de la opinión pública el 13 de marzo de 1909 obligó a Reyes a renunciar. Aunque días después reasumió el poder, su gobierno ya estaba herido de muerte. A mediados de año, secretamente se subió a un buque en Santa Marta y renunció desde el exterior (algo parecido a lo que hizo Fujimori). Permaneció fuera del país durante casi diez años.

Colombia enfrenta ahora algunos desafíos parecidos a los que se vivieron hace cien años. Si en la época de Reyes el modelo reeleccionista era el de don Porfirio Díaz, el de ahora es el de Fujimori y Menem. Los mandatarios de hoy buscan permanecer en el poder tanto como lo permita su popularidad. La imagen y el prestigio personal del mandatario se convierten en el objetivo central del Gobierno. Los mecanismos del Estado, sobre todo los del presupuesto y los medios de comunicación, se orientan a asegurar la reelección. Todo lo demás es secundario.

Como lo que decide el fin de los gobiernos personales prolongados no son los límites temporales y las reglas impersonales de la sucesión, ellos sólo se acaban cuando el país ya no los puede soportar. Eso fue lo que determinó la salida de Reyes hace cien años y la de Rojas Pinilla hace cincuenta (así también se fueron Menem y Fujimori). Porfirio Díaz sólo se fue a balazos. La sucesión, en estas condiciones, causa la inestabilidad y la zozobra. Todo lo contrario a la seguridad y el orden.

 

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