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El columnista Daniel Mera Villamizar llamó nuestra atención sobre la reforma a la educación superior del Gobierno, que busca crear instituciones “étnicas”, exclusivas, para los “pueblos y comunidades indígenas, ROM, negras, afrocolombianas, raizales y palenqueras”. Al parecer, se trata de un proyecto segregacionista que busca enclaustrar a sus supuestos beneficiarios en proyectos educativos cerrados, separados de los del resto de los colombianos.
Salta a la vista que los objetivos de esta iniciativa son contrarios a los que animaron las luchas de personas como Nelson Mandela, Martin Luther King y tantos defensores de los derechos civiles. La propuesta parece, más bien, ilustrada por las ideas de los extremistas negros que se opusieron a estos líderes, semejantes, por ejemplo, a las de Nation of Islam de Elijah Muhammad que buscaban la ruptura total con el resto de la sociedad norteamericana.
Bien valdría la pena que los promotores de este proyecto le explicaran al país y a los distintos grupos étnicos que pretenden beneficiar cuál es su visión de largo plazo de la sociedad colombiana; y, además, qué es lo que buscan con la segregación de las razas en las aulas, por cuya integración tanto lucharon los líderes de los derechos humanos en varios países.
Entre tantas otras preguntas que surgen de esta propuesta se pueden mencionar: ¿Creen sus autores que la pertenencia a una identidad es incompatible con la idea de una nación de todos? ¿Será ella benéfica para las personas que van a segregar? ¿Es esta la mejor forma de preparar a esos grupos de colombianos, entre los más pobres del país, para ingresar a la vida laboral, la academia y el arte en Colombia y el resto del mundo? ¿Si se trata de preservar su cultura y sus tradiciones, no será mejor que las grandes universidades, entre ellas las regionales, amplíen y diversifiquen sus programas académicos e incorporen a un mayor número de alumnos pertenecientes a los grupos que el gobierno quiere segregar? ¿Van a crear una multitud de instituciones universitarias separadas para cada uno de los distintos grupos de indígenas, afrocolombianos, ROM, raizales y palenqueros? ¿Van a aceptar estas instituciones a colombianos, profesores y alumnos, de razas diferentes?
No hay duda de que la brillante trayectoria de líderes como la ministra Vergara, el embajador Murillo y tantos intelectuales, investigadores y artistas de diferentes orígenes se debe precisamente a su exposición a diversas culturas, lenguas, universidades de primer nivel, de Colombia y el mundo, que enriquecieron su formación, sin alejarlos de la defensa y promoción de su cultura y sus tradiciones. ¿Por qué no se les brindan este tipo de oportunidades a todos los colombianos pobres y marginados?
En la lucha por erradicar la pobreza y la desigualdad, se requiere de ambiciosos proyectos educativos que integren a millones de colombianos pobres y excluidos –hombres y mujeres de todas las razas y regiones, urbanos y campesinos, formales y, sobre todo, informales–, alrededor de un proyecto de país compartido, democrático, moderno y progresista, que permita que convivan en paz todos los colombianos.
Al discutir este tema, no debe olvidarse que la última campaña de Martin Luther King, antes de su asesinato, se orientaba precisamente a eliminar la pobreza de todos los estadounidenses, sin distingos de raza.