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Una semana movida

Armando Montenegro

23 de octubre de 2022 - 12:30 a. m.

La situación económica del país se está complicando. Esto ocurre en medio de un entorno internacional cada vez más difícil, a raíz de la guerra de Ucrania, la inflación en Europa y Estados Unidos, y las proyecciones negativas sobre la evolución de la economía mundial.

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Es evidente, sin embargo, que el deterioro de indicadores claves de Colombia no solo es una consecuencia de la difícil coyuntura mundial, sino también de algunos factores internos que ensombrecen el panorama doméstico.

La variable que mejor refleja la situación es la tasa de cambio. Con una vertiginosa depreciación, el valor del dólar superó los $4.900 la semana pasada. En el año corrido, la depreciación ha sido de casi el 20 %, la más elevada de América Latina, con excepción de la de Argentina, que va rumbo a la hiperinflación.

El problema de Colombia se manifiesta en el llamado “riesgo país”, una estadística que registra la probabilidad que asignan los mercados a que los gobiernos no puedan atender sus obligaciones financieras. Por varios años y hasta el primer semestre de 2021, el riesgo de Colombia se ubicó en cerca de 200 puntos, una cifra no muy diferente a la de Chile, México y Perú. Después del paro nacional de 2021, con los altos déficits y la complicada situación política, el riesgo de Colombia subió más de 100 puntos, dejó atrás a sus pares de entonces y se pegó al de Brasil, un país reconocidamente más riesgoso.

La agudización del deterioro de Colombia se aprecia al observar que, en las últimas semanas, el riesgo de Colombia comenzó a ascender de nuevo y ya supera a Brasil por cerca de 100 puntos.

¿Por qué ha ocurrido este fenómeno? En primer lugar, los analistas que hacen estimaciones sobre los ingresos futuros del Gobierno incorporan el impacto de los anuncios de las medidas que golpean al sector petrolero (no más contratos de exploración, prohibición del fracking y una serie de impuestos que afectan su rentabilidad). Estos cálculos muestran un debilitamiento fiscal que limitará la capacidad del Gobierno de atender sus obligaciones externas. Las mismas proyecciones también registran enormes déficits en la balanza de pagos (por las menores exportaciones de petróleo y productos mineros).

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En segundo lugar, el clima de inversión se ha resentido por declaraciones sobre cambios en las reglas de juego y las normas que rigen los negocios en Colombia (no solo en los sectores petrolero y minero). Es evidente que, con proyecciones de una menor inversión extranjera, será difícil financiar los grandes déficits de la balanza de pago en los años venideros.

En tercer lugar, las diferencias del ministro de Hacienda —defensor de la ortodoxia fiscal— con varios miembros del Gobierno han llevado a varios analistas a especular sobre su posible retiro en los próximos meses, un hecho que crea incertidumbre sobre el manejo de la economía del país.

En cuarto lugar, algunos analistas y numerosos operadores del mercado abrigan dudas sobre la contundencia de la respuesta del Banco de la República ante los fuertes ataques contra el peso y la persistencia del aumento de la tasa de inflación.

Los mercados esperan que las autoridades, por medio de decisiones firmes, señales claras, una vocería unificada y un manejo sereno de las dificultades, enfrenten el aumento del riesgo país y sus consecuencias sobre la estabilidad monetaria y financiera.

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