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Diles que no me maten

Arturo Charria

29 de marzo de 2017 - 11:30 p. m.

Hay muchos que esperan la muerte como en los días grises de invierno otros esperan la lluvia. Y en estos días en Colombia llueve, llueve mucho. A veces nos despierta el sonido constante de las gotas contra la ventana; tratamos de ver el agua del otro lado, pero es de noche y solo queda tratar de volver a dormir, sin que podamos hacer nada.

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Juvencio Nava, protagonista del cuento, Diles que no me maten, sabe que lo van a matar y le implora a su hijo, Justino, que vaya y hable con el Sargento, para que lo perdonen. “No tenía ganas de nada. Sólo de vivir. Ahora que sabía bien a bien que lo iban a matar, le habían entrado unas ganas tan grandes de vivir como sólo las puede sentir un recién resucitado”. El cuento fue escrito por Juan Rulfo hace más de sesenta años.

Por estos días en Colombia muchos saben que los van a matar. Por su amor a la vida y a sus luchas, y aunque no quieren morir, nadie les garantiza su derecho a la vida. Los matan y lo peor es que ellos, los ahora muertos, lo sabían. Pero esto no es nuevo, hace treinta años, el presidente de la Unión Patriótica, Jaime Pardo Leal, decía: “Algunos estamos amenazados de muerte, por nuestra fidelidad desde que éramos jóvenes: a la patria, al pueblo, a los trabajadores y a la causa del socialismo. El enemigo no olvida ni perdona”. A los pocos meses fue asesinado.

Desde la firma del acuerdo de paz en el Teatro Colón, 24 de noviembre de 2016, han asesinado a 28 líderes sociales. La mayoría de ellos pertenecían a organizaciones en territorios en donde hacía presencia las FARC o exigían algo que está en el corazón de los acuerdos: acceso a la tierra y espacios de participación política. Pacifista, la plataforma informativa, está llevando la macabra estadística: un pequeño contador con espacio para cuatro dígitos marca el número del asesinato: “El 5 de febrero, a las 7 de la noche, dos hombres llegaron a la vereda Entre Ríos, en el municipio del Copey en Cesar. Le preguntaron a Edilberto por su nombre y cuando respondió, lo mataron a tiros. Tenía 55 años, hacía parte de la Asociación Veredal de Víctimas y era reconocido en el pueblo como un activo reclamante de tierras”. Edilberto es el número 18 del contador.

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En el conteo de Pacifista hay hombres y mujeres, son jóvenes y ancianos, las noticias llegan de Putumayo, Antioquia, Cauca, Meta, Bogotá, Córdoba y Cesar, del Valle del Cauca, Chocó, Norte de Santander, Bolívar y de la Guajira. Son de todo el país y, al mismo tiempo, parecen ser de ninguna parte, porque sus asesinatos pasan inadvertidos ante un país que no es consciente de estar repitiendo su propia historia.

En Colombia llueve y el agua nos moja a todos, aunque nos resguardemos o usemos paraguas, vamos dejando un rastro de lluvia que no seca. Porque a los que van a matar, ya están muertos, como lo estaba Juvencio Nava al inicio del cuento de Rulfo, cuando le decía a su hijo: “-¡Diles que no me maten, Justino! Anda, vete a decirles eso. Que por caridad. Así diles. Diles que lo hagan por caridad”. 

* En el Centro de Memoria, Paz y Reconciliación de Bogotá, el próximo 9 de abril se dibujará un mural en el que se denuncia el asesinato de estos líderes sociales. Cuando se planteó la idea la cifra iba en 24; hoy es 28. Esta situación es inadmisible, una sola muerte más es una derrota de toda la humanidad.

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@arturocharria

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