El triunfo de Gabriel Boric en Chile ha resonado en América Latina por dos razones: la costumbre regional de interpretar la política de cada país según los acontecimientos de los vecinos y una extraña particularidad del país austral por la cual ciertos eventos que allí ocurren parecen anticipar el destino del continente.
La primera razón no es exclusiva de Chile. En las pasadas elecciones de Perú en cada país aparecieron versiones de Keiko Fujimori o Pedro Castillo. Y cada vez que un político de izquierda amenaza con llegar a la presidencia, el “castrochavismo” aparece como un monstruo que duerme bajo la cama de los electores.
La segunda razón la explica la teoría del caos: una mariposa aletea en Santiago y de repente un movimiento sísmico sacude a todo el continente. Así ocurrió con la poesía: poetas hubo antes en otros países, pero en Chile se convirtió en un acontecimiento nacional, a tal punto que exportaban en igual cantidad cobre, vino y poesía. Antes de Neruda estuvo Gabriela Mistral y después Raúl Zurita. Tanta poesía ha dado ese país vertical que les alcanzó para irrigar todo un idioma e inventar la antipoesía.
Mientras el hemisferio ardía ante la llegada de nuevas revoluciones, Chile fue el primer país en implementar el socialismo por vía democrática. Años después se daría el golpe de Estado y, aunque no fue el primero en instaurar una dictadura militar, la llegada de Pinochet articuló otras dictaduras latinoamericanas a través de la Operación Cóndor. Los regímenes militares y las políticas de seguridad nacional encontraron en los puertos de Chile un lugar para multiplicarse.
Estos acontecimientos, que ocurrieron hace medio siglo, produjeron políticas que a su vez fueron imitadas como una fórmula en el continente: privatizaciones, desmonte de políticas sociales y otras medidas económicas hicieron parte de un paquete implementado entre los años 80 y 90.
Desde mediados de 2011 comenzó una gran movilización estudiantil, cuyo propósito era transformar la mercantilización de un sistema que impedía el acceso a la educación superior. Ocho años después, en octubre de 2019, inició el Estallido Social: motivados por el incremento de la tarifa del transporte público, estudiantes de secundaria y universitarios se movilizaron durante semanas. La fuerza de la protesta tuvo eco en América Latina, principalmente en Colombia: palabras, expresiones y formas de organización transitaron entre ambos países.
Con la victoria de Boric algo similar ocurrirá (y está ocurriendo), pues muchos políticos locales intentan atribuirse rasgos del carismático político chileno: buscan en sus anaqueles coincidencias, sin importar lo desdibujadas y oportunistas que puedan parecer.
El efecto Boric cotiza al alza. En unos años se sabrá si la agitación que hoy vive Chile alcanza para ocasionar un sismo que haga temblar todo un continente, cuyas estructuras más rígidas tambalean entre populismos y autoritarismos.
Puntilla. El año puede resumirse en cifras: 6.402 falsos positivos, $1.800 la docena de huevos, $70.000 millones, 1.208 cuotas burocráticas, dólar a 4.000 y más de dos millones de estudiantes que siguen sin volver a sus colegios.