La semana pasada los cucuteños amanecieron 1.200 pesos más pobres: 600 de ida y 600 de vuelta. Se trata del tercer aumento en el transporte público decretado por el Director del Área Metropolitana de Cúcuta y su “honorable junta”, como la llaman en los comunicados emitidos por la entidad. Entre abril de 2021 y el 1 junio de 2022, el pasaje de la buseta pasó de 1.800 a 2.400 pesos, un aumento del 33% que en nada se compadece de la precaria economía de la ciudad.
En su versión inicial, el tercer aumento estaba programado para el 1 de diciembre de 2021, pero el Director del Área Metropolitana, Miguel Peñaranda, decidió aplazarlo unos meses para contener el descontento entre la ciudadanía. El Director defendió el aumento diciendo que había estudios que respaldaban la decisión, sin embargo, nadie en Cúcuta conoce esos documentos. Incluso, el concejal del municpio, Juan Diego Ordóñez, los solicitó en plenaria de la corporación y a la fecha no le han dado respuesta. ¿Será que no existen?
Pero a los cucuteños no solo les molesta el incremento en el pasaje, sino el estado en que se encuentran las busetas y las rutas que excluyen a gran parte de la ciudad. Basta con subir a una para comenzar a sufrir: adentro la temperatura bordea los 40 grados, la estrechez del espacio hace imposible sentarse sin hacer maromas y cuando toca ir de pie, hay que doblar la espalda para no pegarse en la cabeza. A esto se suma una silletería sucia y con alambres que despuntan por todas partes amenazando la higiene y la salud de los usuarios.
Las rutas son convenientes para los transportadores, pero inservibles para una gran parte de la ciudad. Difícilmente entran a los barrios populares y hay sectores completos como el anillo vial nororiental en el que las personas deben pagar transportes piratas que los acerquen a los lugares por donde pasan las busetas. Recuerdo una señora del barrio La Fortaleza que me dijo “ir a Cúcuta es muy caro”, hablaba de los dos pasajes que debía pagar de ida y los otros dos que le esperaban de regreso.
Tal parece que el lema del Director del Área Metropolitana es “Duro con los ciudadanos y suave con los empresarios del transporte”. Pues, a los cucuteños les toca aguantarse el pésimo servicio y el sobrecosto, mientras los transportadores solo deben cambiar el adhesivo en el que aparece el valor del pasaje. Cambio que, por supuesto, hacen con el mayor agrado.
La “amplitud” de Miguel Peñaranda ha sido retribuida generosamente por el gremio de los transportistas y no me refiero, exclusivamente, al apoyo que le brindaron cuando cometió el “error humano” de manejar borracho por las calles del municipio. Mientras tanto, los cucuteños siguen regateando el precio del pasaje antes de subirse, ojalá el alcalde no los vea, podría decir que ese gesto es de limosneros.
Puntilla. Esta campaña presidencial se reduce a “tu aliado es más criminal que el mío”.