En Norte de Santander, como en el resto del país, las casas políticas suelen saber cuántos votos van a sacar y cuánto cuestan. Son estructuras clientelistas que se aferran a sus curules y que carecen de ideología. Siempre son afines al gobierno de turno y, aunque votan todo lo que el Presidente ordena, ninguna política del orden nacional tiene al departamento como protagonista. No es una paradoja, porque a ellos sí les respetan sus acuerdos: cajas de compensación, manejos de universidades públicas, hospitales y otras entidades estatales.
En las elecciones pasadas podría decirse que este “orden” electoral se mantuvo y las cinco curules del departamento en la Cámara fueron ocupadas por candidatos afines a dichas estructuras, sumando cerca de 430 mil votos. Algunos que estaban en la Cámara saltaron al Senado y heredaron a alguien de confianza la curul que antes tenían. Otros pusieron a competir a varios candidatos, pero la credencial no salió del grupo político.
Sin embargo, al mirar en detalle los votos por partidos, hay setenta mil que se escapan de las cuentas de estas casas y que a mediano plazo podrían convertirse en una amenaza para sus intereses. Hablo de treinta y siete mil del Pacto Histórico, veintidós mil de la Coalición Centro Esperanza y once mil del Nuevo Liberalismo. Estos votos tienen tres elementos que les acercan: el deseo de transformación, el rechazo a la gestión de los actuales congresistas y mayor independencia de los electores.
Para comprender la dimensión de este fenómeno es importante volver a las elecciones de 2018. Hace cuatro años solo se presentó una lista independiente que agrupó al centro y a la izquierda. Esta obtuvo dieciocho mil votos. Allí estaban la Alianza Verde, la Unión Patriótica y el Polo. Entre 2018 y 2022, estos sectores lograron multiplicar por cuatro su resultado. De haberse unido en estas elecciones, el Centro Democrático habría perdido su curul, pues su lista obtuvo 65 mil votos, e incluso estos sectores independientes habrían podido quedar bastante cerca del partido Conservador, tercera fuerza política en la Cámara con setenta y siete mil sufragios.
Este aumento se explica por la convulsión social que se ha vivido en el país y el departamento en los últimos años, sumado a la desidia (por no decir antipatía) del gobierno central con los temas de frontera. Adicionalmente, la fuerza del Pacto Histórico como marca también irrumpió en Norte de Santander.
Si bien en política lo importante es quedarse con las curules, en la frontera se está configurando una fuerza que podría comenzar a cambiar el mapa electoral de la región. Esos miles de votos podrían multiplicarse y consolidar un bloque que dispute el poder local en 2023 más allá de una candidatura accidental, como ocurrió en 2019 con la elección de Jairo Yáñez. No se trata del nombre de la coalición o el candidato que la represente, sino el sentimiento que mueve a un ciudadano a salir de su casa, votar por un cambio y sacar del poder a quienes se creen dueños del departamento.
Puntilla: No sería extraño que las casas políticas en Norte de Santander terminen hablando de “progresismo” con el mismo ímpetu con que antes defendían la seguridad democrática y la paz con legalidad. Siempre han sido acomodados y sumisos.