Tres apuestas en educación para el próximo presidente

Arturo Charria
16 de junio de 2022 - 05:00 a. m.

La próxima semana pasará el fervor de las campañas y comenzarán los procesos de empalme entre el gobierno saliente y el electo. Encuentros cordiales o tensos según el resultado del domingo, pero fundamentales para recoger la información con que se estructurará el futuro Plan de Desarrollo. En materia educativa hay tres aspectos que deberían estar en el centro de esos espacios de conversación: integración, deserción y bienestar.

El primero se refiere a fortalecer la integración de estudiantes migrantes, que a la fecha representa el 5,85% de la matrícula, pues, de los 9′750.000 estudiantes que hay en el sistema educativo 570.000 son venezolanos. El fenómeno migratorio que inició en 2015 y se ha mantenido incluso en tiempos de pandemia se refleja en las cifras de la matrícula: en 2020 los estudiantes migrantes llegaban a 365.000. Sin duda el reto más grande durante los anteriores gobiernos ha sido la atención y la adecuación del sistema: ¿cómo matricular a un niño que llega sin certificados escolares?

El hecho de que a la fecha haya más de medio millón de estudiantes migrantes en las aulas es, sin duda, un logro para el sistema educativo. Para el próximo gobierno el reto será trabajar en la integración de esta población. No se trata de construir indicadores de cobertura, sino de reconocer que son ciudadanos con vocación de permanencia y que representan un bono poblacional sin precedentes en la historia de Colombia.

El segundo aspecto contrasta con el anterior, hablo de la deserción escolar. Basta con ver las cifras: en 2020 la matrícula en el país era de 10′022.000 estudiantes, mientras que en 2022 esta llega a 9′752.000, lo que representa una disminución del 2,7%. Esta cifra podría tener explicaciones en la tasa de natalidad, en la reprobación y miedos después de la pandemia, e incluso en el reclutamiento por parte de grupos armados. El gobierno entrante debe prestar especial atención a las variables que pueden estar presionando este indicador. Por ejemplo, según cifras del DANE, en 2021 el trabajo infantil en el campo pasó de 10% a 11%. La poca conectividad y cierre de colegios durante dos años facilitaron este aumento.

La integración y deserción pueden encontrar su punto de equilibrio si la escuela se convierte en un espacio de bienestar. ¿Cómo se logra? Daniel Tobón, quien ha trabajado desde hace varios años en la creación de estos indicadores, plantea que la obsesión por la calidad y la cobertura han hecho que se desatiendan condiciones que subyacen a estos resultados. Hay mucha presión por subir en las Pruebas Saber, pero no por garantizar que las instituciones sean espacios en los que la salud y lo socioemocional determinen las decisiones escolares. La inclusión de indicadores de bienestar en el Plan de Desarrollo podría generar una verdadera revolución educativa en Colombia.

En el empalme del sector educativo habrá muchas cifras y porcentajes. Es clave que el equipo que llegue se pregunte, desde el primer día, ¿cómo haremos de las escuelas lugares donde los estudiantes sean felices?

Puntilla. De correr “un poco la línea ética” no se regresa.

 

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