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Para entrar a conciencia en esta poesía es preciso desentrañar desde el comienzo dos palabras. La primera es Bluesvalía, título de este libro de poemas de Miguel Iriarte. No cabe duda de que el autor quiso sembrar en el inconsciente de los lectores la `plusvalía´, aquel odiado concepto que culpa a los patronos por no pagarle al obrero el sudor de su frente, y en cambio embolsillárselo para aumentar sus arcas ya nutridas.
Así que esta primera palabra ilumina de entrada algún resabio político, presente en este tomo. Pero aquí se inserta la iluminación del segundo vocablo, ´blues´, como es conocida la música tradicional afroestadounidense. Un diccionario inglés-español lo traduce en una acepción inicial como ´melancolía´. La segunda acepción ya se decanta por el color ´azul`.
Iriarte es un maestro en la construcción de sentidos no evidentes. Por eso logra escribir sobre la muerte sin quedarse en el lamento gastado de las lágrimas. Desde el puro comienzo de estas sesenta páginas advierte al lector: “Se canta en el sistema del azul”. Él sí que sabe cómo opera este sistema, pues es fundador, director y alma de cuanto festival, revista, programa, carnaval, fundación y evento que se celebra en Barranquilla, donde vive.
Algunos nombres ilustran la índole de estas iniciativas: Barranquijazz, PoeMaRío, Radio Grafías de la Palabra. Una colección inédita de sus columnas, artículos y ensayos tiene un título que por sí solo ameritaría la publicación: “Yo protexto”.
Las sesenta páginas de Bluesvalía acaban de aparecer en octubre anterior como el más reciente título -número 23- de la colección de cuadernos “Poesía letra a letra”, dirigida por Luz Eugenia Sierra. Se destacan las ilustraciones de Guillermo Linero Montes, quien también escribe el comentario final. Son dibujos pequeños de músicos en acción, que parecen hechos sin levantar la pluma.
El poeta Iriarte derrumba los lugares comunes. Procura inyectar nuevo jugo en las venas de expresiones fatigadas. Así en “mi reino/ por una soga/ por una sola/ soga/ porque con una/ sola/ basta/ y soga/”. Y en “todo vale al ahorcado/ todo aprieta/ él sabe bien que ninguna cuerda/ es floja”.
Su acento caribeño lo lleva a componer de modo que lo comprendan y celebren en su natal Sincé, Sucre: “La vida es una sola/ la vida es una soga/ la vida es una joda/ la vida es una broma/... la vida es una soga/ una sola soga larga”. “La lluvia depende de una gota/ cuelga el azul del mar de un sol que ya se hunde/ cuelga la muerte de una herida/... cuelga la guitarra de sus cuerdas/ y todo amor cuelga de un recuerdo”.
La “Bluesvalía” es tristeza y es lamento. Pero esta constante en la vida de los humanos, asediados por la muerte, es tratada bajo el prisma caribeño. Hay una risa implacable en medio de las desgracias inevitables. Se sabe del dolor, se le canta a la sangre derramada, pero el filtro que nunca falta es la palabra encantada, son las notas de una guitarra que se pulsan solas.
