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Tras tres semanas de refriegas originadas por la presencia non sancta de los cuerpos policiales, las calles han derivado hacia el vigor de los símbolos. Al comienzo fueron las marchas. Las gentes acudieron para sacudirse la modorra de las cuarentenas y para orear la furia de una vida sin horizonte ni oportunidades.
Las ciudades se vaciaron hacia las avenidas y se cansaron de los infiltrados, a sabiendas de que las quemas y destrucciones de estos parecían sospechosamente toleradas y alimentadas por motorizados de verde. Entonces se multiplicaron los testimonios de patadas, bolillazos, disparos al ojo, capturas, violaciones, muertes.
Este vandalismo legal no arredra a los manifestantes, que día tras día robustecen las protestas. ¿De dónde sacan fuerzas?, se preguntan los que apenas miran por las ventanas el bullicio. Los muchachos de todas las latitudes a duras penas duermen, se pasan el lugar y la hora de las citas por celular, comen en las ollas espontáneas. De ahí vienen las fuerzas.
Así fueron apareciendo las marionetas de cabezas bamboleantes, las performancias de cuerpos enrojecidos y desgonzados en el piso, las volantineras colgadas de telas en alturas suicidas, la danza aérea en rapel sobre la fachada de los teatros, los CAI transformados por los vecinos en bibliotecas, la artista y escritora que se confeccionó un atuendo tricolor invertido y se plantó en la base de un monumento como una vestal para mantener el fuego sagrado.
Los afiches para las marchas del miércoles pasado combinan todas las formas de ingenio. “19M LUCALISON Museo Nacional 9 a.m.”, esta leyenda corona las fotos sonrientes de Lucas y Alison, difuntos insignia de Pereira y Popayán. Se agrega una recomendación: pantalón blanco, camiseta azul, como los usados por Lucas.
La cita en el Portal Américas de Bogotá advierte: “No es una farra, es una toma cultural”. El anuncio de una Gran Caravana en Medellín incluye un mapa que termina en el Parque Resistencia (Deseos). Así como Puerto Rellena en Siloé, Cali, se volvió Puerto Resistencia, ahora los paisas quieren rebautizar su parque elegante con esta palabra símbolo del paro.
En un trino, el caricaturista Matador escarbó los motivos del lobo: “La policía y el Esmad ¿utilizan algún tipo de droga para hacer estas barbaridades? ¿Cocaína?, ¿Anfetaminas? No encuentro otra razón”. Pues bien, la historia del siglo XX ilustra sobre el brío de los símbolos entre lobos que dejaron la carnicería sin acudir a drogas.
El 25 de abril de 1974 uno de los soldados portugueses amotinados contra la dictadura de casi 50 años le pidió un cigarrillo a una camarera que llevaba unos claveles, flor de temporada. Ella no tenía, pero en cambio le dio un manojo de flores. Al militar se le ocurrió meter una en el cañón de su fusil en señal de no querer matar a nadie. Sus compañeros lo imitaron. La Revolución de los Claveles consiguió elecciones, Constitución, independencia de Angola, Mozambique y otras colonias africanas, Portugal dejó de ser el país más pobre de Europa.
