¿Va usted a cambiar a última hora el candidato de su preferencia? ¿Confía en que el sueño de la víspera le traiga, como iluminación, la cara y el nombre de su nuevo escogido? ¿Les va a dar la espalda a las encuestas, para decidirse por ese político que siempre le ha gustado pero que las cifras han saboteado?
Todo puede ocurrir. Meses de cálculos, discusiones y reyertas pueden ser eliminados por un golpe de ilusión o de rencor en el momento de cruzar la equis en el tarjetón. Los únicos fieles y firmes son los militantes de las campañas, aquellos que desde hace meses no oyen ni ven por nadie diferente al jefe, al caudillo.
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