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Entre la oposición y el estorbo

Arturo Guerrero
30 de septiembre de 2022 - 05:00 a. m.

No se hace oposición, se hace sabotaje para conseguir o recuperar el poder. No se busca aportar al bien común, se falsea, se dan palos de ciego con tal de desprestigiar al contendor. Se hacen montajes de protesta, no para arreglar algo, sino para acusar dónde duelen los golpes.

No esperan ni un par de meses luego de la posesión del adversario, para lanzar a las calles en su contra pequeñas pancartas, consignas copiadas de lo que oían cuando ellos eran todo, noticias falsas sobre médicos cubanos. Dejan ver una angustia de viudez. Son los deudos de la autoridad y se comportan sin la dignidad con que los poetas elogian a los vencidos.

Si su afán fuera el bienestar de las mayorías, habrían hallado instancias desde donde plantear su aporte patriótico. Pero no, más bien profieren lloros ante su leche derramada. Y dejan notar un deseo libidinoso por recuperar al menos dentro de cuatro años, ojalá antes, las prebendas heredadas desde cuando nacieron los bisabuelos.

No son oposición, son estorbo. Nunca entendieron aquel cartel puesto hace rato en una reja y llevado luego a Twitter: “Lo que le pasa al país es que la solución está en manos del problema”. Hoy dejaron de ser el problema, al menos en lo referente al poder ejecutivo, pero se siguen negando a contribuir a la solución.

Y podrían hacerlo. ¿Cómo? Aprendiendo de la historia. Admitiendo que después de dos siglos de dormitar sobre la herencia y los dividendos, hoy quienes nunca tuvieron herencia ni dividendos sueñan por fin con un sitio donde sea vivible la vida y despejado el porvenir para sus vástagos.

Muy pocos quieren arrasar con la minoría hoy en desbandada. La mayoría de los hambrientos es gente que sabe rendir la sopa y la aguapanela para que todos se acuesten sin un vacío en el considere. Si pusieran su ardor en esta vasta pobrería, los opositores de hoy sumarían sus destrezas seculares para empujar el carro común hacia un destino tolerable.

Les convendría dar oídos al escritor gringo John Buroughs quien a fines del XIX sentenció: “El enorme error que cometemos es suponer que, como un poco de dinero es algo bueno, una cantidad ilimitada es la suma de todo lo bueno”. Ojo, ya ustedes tuvieron un poco y una cantidad ilimitada de dinero, es hora entonces de que se pregunten dónde está la suma de todo lo bueno. Más les vale pasarse del problema a la solución.

No es para que dejen de ser oposición. Es para que dejen de ser estorbo y comiencen a pensar en función de la pequeña humanidad que les correspondió como compatriotas. Cesar de lamentar la pérdida del poder y empezar a preguntarse, como Echandía, el poder para qué.

No poner palos en la rueda del carruaje, hoy conducido por otro, sino instigar hacia la coronación del viaje a un estado en que cada cual por fin experimente para qué fueron puestos estos montes, estos ríos, estas flores, estas canciones, al alcance de todos. Sería un pequeño cambio en la cabeza, pero una enorme ganancia en todo el cuerpo.

arturoguerreror@gmail.com

 

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