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José Zuleta, la construcción de una vida

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Arturo Guerrero
10 de marzo de 2023 - 02:01 a. m.
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Desde los tres años de edad José Zuleta dejó de ver a su mamá. La reencontró a los 27. Ella era nieta del columnista Calibán, del tronco de la heroína de la independencia Antonia Santos. A los quince él se fue de la casa donde vivía con su padre, el gran intelectual Estanislao, descendiente del novelista Jorge Isaac.

Lo marcó su abuela paterna Margarita, a quien adoró. Allá lo había llevado a vivir por un tiempo su padre cuando se separó de su esposa. A sus diez años José comenzó a escribir diarios, recuerdos, sueños. No estudió en colegios, se formó a punta de libros, buenos libros. Luego continuó “construyendo, sin mucha instrucción y con ninguna consejería filial, una vida”.

Lo que no fue dicho” (Planeta, Seix Barral) es una obra efervescente con la que a sus actuales 62 años ganó el más reciente Premio Nacional de Novela del Ministerio de Cultura, galardón que se entrega cada dos años. Antes había publicado cinco libros de cuentos y cuatro de poesía. Reconoce que estos dos géneros son sus preferidos, pues la novela exige una dedicación absoluta.

Por eso esta es su primera novela. No es biografía, pero el protagonista es calcado del abolengo de su autor, de su independencia, de su búsqueda sedienta de belleza y de alegría, de su desencuentro doloroso con ese nido de algodones y de hierro que es la familia. Narrada en primera persona, la obra desgrana una aventura en cada página.

En lugar de la perfección que le habría brindado una vida intelectual heredada de su padre, Zuleta se lanzó a comenzar la juventud en una sucesión cinematográfica de peripecias. No les tuvo miedo a los errores: “cuando un gran intérprete de jazz desafina en una improvisación eso es lo que le da el sabor, lo que hace que el jazz sea lo que es. También lo demasiado bello pierde su encanto, por eso pusieron aquel lunar en el rostro de Marilyn Monroe”.

Lo que no fue dicho” es ante todo la escritura de un poeta. Se nota en ella el esmero de quien busca las palabras como escogen el oro los buscadores de los ríos. Ausculta la música de la composición, fragua la mezcla de dos adjetivos y construye otro inexistente en los diccionarios pero encantador para el lector.

Impresiona igualmente la nitidez de sus recuerdos de vida. El escritor recibió lección magistral de su padre: “La memoria no es un don; es una manera de relacionarse con lo que a uno le interesa, es la intensidad con la que se conecta lo que se vive con lo que se piensa, se siente, se quiere, se sabe, se lee y se desea hacer. Así es difícil olvidar”.

De ahí que en este libro discurra la niñez del autor con recuerdos tan nítidos como el comentario de la abuela sobre las rutinas del padre: “No me explico por qué su papá y los amigos con que se reúne, mientras más estudian El Capital, más pobres son”. De ahí el recuerdo del insomnio que tuvo cuando siendo ya un hombre llegó a donde su mamá: “se me ocurrieron frases como ´hoy conocí a mi mamá, quedamos mutuamente decepcionados`. ´Morir al nacer es la fórmula de la felicidad`”.

arturoguerreror@gmail.com

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Carlos(87476)10 de marzo de 2023 - 09:33 p. m.
👏👏👏
María(11708)10 de marzo de 2023 - 08:39 p. m.
Muy interesante conocer esta historia, gran columna
bernardo(19305)10 de marzo de 2023 - 04:57 p. m.
Que buena historia don Arturo y descubrir cómo dos familias afines a las letras desde regiones "lejanas" Valle y Santander quedaron unidas para siempre. Con amor y dolor. Así es la vida .
Atenas(06773)10 de marzo de 2023 - 02:34 p. m.
De un asunto apto pa divagar, así Turo quiera revestirlo de descomunal belleza, como cuando exagera hasta la ridiculez y anota de forma aviesa:”…en lugar de la perfección q’ le habría brindado una vida intelectual heredada…”¡Plop!, claro, sobre todo en esta cultura q’ sacrifica un mundo x pulir un verso. Y en contravía de otro mundo q’ exige, cual Japón y Singapur, Desarrollo,Ciencia y Tecnología.
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