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La candela que no acaba con el sombrero vueltiao

Arturo Guerrero
24 de febrero de 2023 - 02:00 a. m.

Es tiempo de polos adversarios. Los nuestros y los otros, los buenos y los malos, como ven los niños. Cada bando es cerrado, sin fisuras, sus integrantes están cortados por la misma tijera. De modo que el recurso final es la guerra, que destruye por completo al enemigo. O unos u otros, no hay término medio. La humanidad ha de llegar a ser de un único e irrestricto color.

Así se ve la vida cuando se utilizan gafas de integrante de un partido político o de influenciador o de miembro de una bodega en redes o de seguidores y amigos en esas redes o de los infinitos opinadores sobre la realidad nacional. Las facciones se van radicalizando, primero están los discursos, continúan las palabras cotidianas, la saliva agria, el armamento, la sangre, el horror.

Por fortuna alzan su voz los artistas. Como el compositor y cantante de “Polombia”, Camilo Martínez Silva, Masilva, quien se define con títulos fluctuantes como electrovador, vagamundos, trotacalles, chupacampos, y aparece en videos con amplias y largas faldas. A fines de 2021 estrenó su disco Entre bacanería y barbarie. La carátula impacta con un sombrero vueltiao, intacto bajo llamas amarillas y rojas.

Influenciado por champeta, cumbia, hip-hop, funk, andino, despliega su estirpe así: “Mi tierra se debate entre bacanería y barbarie”. Pensadores latinoamericanos, como el argentino Domingo Faustino Sarmiento, consagraron esta oposición desde mediados del XIX. Solo que en vez de bacanería proclamaron la civilización. El subtítulo de su obra fundamental, “Facundo”, fue precisamente “Civilización y barbarie”.

La civilización era lo urbano, europeo, asimilado al progreso. La barbarie era lo rural, el atraso, el indio, el gaucho, entre nosotros el negro. Masilva da una vuelta de tuerca al comenzar con el término bacanería, referido por el Breve Diccionario de Colombianismos de la Academia Colombiana de la Lengua a una persona, situación o cosa “estupenda, excelente (…) Expresión muy extendida que se emplea para ponderar cualquier cosa. Es una película bacana. ¡Qué almuerzo tan bacano! La fiesta resultó una bacanería”.

Así pues, de las dos manifestaciones en que fluctúa nuestra tierra, la inicial es el ánimo siempre listo para la celebración, la rumba, el baile, la risa, el chispazo, la tertulia, los colores, los abrazos, la imaginación, la creación, la poesía, todo lo que hace de la vida una ablución memorable.

En la otra orilla está la barbarie, no referida a la ignorancia ni a los pobres de toda la vida, sino a los fuegos que mantienen al país en el pavor, la brutalidad, el desangre y la masacre cotidiana.

La oscilación entre bacanería y barbarie no se parece a la polarización banderiza de la política. Los ordenadores, financiadores, ejecutores y beneficiados de las violencias seculares son una minoría literalmente aplastante. En cambio, los protagonistas de la alegría constituyen la médula de la nacionalidad. Por eso la candela de la carátula de Masilva no es capaz de acabar con el sombrero vueltiao.

arturoguerreror@gmail.com

 

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