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La persistencia colombiana

Arturo Guerrero

08 de agosto de 2025 - 12:00 a. m.
“La gran mayoría no se le arruga a la vida. ¿De dónde sacan la energía los recicladores?”: Arturo Guerrero
Foto: Mauricio Alvarado Lozada

Eso somos, un pueblo persistente. Por encima de las infinitas violencias, de la pobreza desde la infancia, de la increíble falta de oportunidades, de las brutalidades de la soldadesca, no nos dejamos hundir. Los vendedores ambulantes, las muchachas del servicio, los rebuscadores de negocitos paupérrimos, cada pobre sabe cómo levantar “lo del diario”.

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Es un instinto inquebrantable, sumado a un optimismo de la existencia como una apuesta que algún día traerá el pequeño éxito. La gran mayoría no se le arruga a la vida. ¿De dónde sacan la energía los recicladores, luego de reemplazar los antiguos caballos que sudaban las carretas de palo? No son de madera sino de palo, crecen hasta tres o cuatro pisos, siempre reciben más y más cachivaches, cartones y trapos para tapar la miscelánea.

Así son las últimas rutas de Transmilenio a las 11 de la noche: varias mujeres arrastran cada una un alboroto de insignificantes mercancías: dulces, comestibles de paquete transparente, cigarrillos. Su diálogo versa sobre lo que más han vendido; “el chicharrón es lo que más pide la gente. Apenas ven uno, los hombres se lanzan a comprar”.

Con la mano que les queda libre empujan las ruedas de un alto escaparate donde han amarrado la sillita de madera, alguna ropa contra la lluvia, su ambulante casa diurna que es su puesto de trabajo. Cuando el bus abre las dos puertas urgentes, ellas pujan para ingresar cuerpo a cuerpo con oficinistas y trasnochadores que no faltan. Así aguantan hasta lo extenso del sur, el occidente y el suroriente capitalinos.

Uno piensa: ¿quién las reemplaza cuando se enferman o deben cuidar a hijos, padres y ancianos de la familia? ¿quién llevará entonces “lo del día”, para alimentar a tanta runfla? La respuesta es un motor indestructible que empuja a los habitantes de este país construido con acero revestido.

Los países ricos carecen de esta fortaleza. Tienen demasiadas ventajas comparativas que les permiten blindarse contra carencias y eventualidades. Esto hace a sus habitantes cómodos pero blanditos. En algunos de ellos guardan a los muertos en cuartos congelados mientras sus allegados llegan al funeral desde los confines del orbe. Así se protegen hasta más allá del fin.

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En nuestro terruño todo es urgente, pues se aplica el dicho de “camarón que duerme se lo lleva la corriente”. Aquí hay que estar en la jugada, aunque casi nunca esa jugada sea de triunfo. Las futbolistas mantienen en vilo a todo el país, así se sepa que el rival enfrentado es campeón consumado.

Al año siguiente, vuelve a encenderse el entusiasmo porque hasta el último segundo todo puede cambiar. Entonces la hinchada se conecta con las Lindas y las Catalinas para no dejar fallecer a estas guerreras. Ellas salen a defender la camiseta con la absoluta convicción de la victoria. Así es Colombia, la patria de la tenacidad, cuyos habitantes tienen clavada en el ADN la consigna de “si no es ahora puede ser mañana o pasado mañana”. Y así hasta la victoria final.

arturoguerreror@gmail.con

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