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Las fatalidades de las guerras

Arturo Guerrero

31 de agosto de 2023 - 09:00 p. m.

Las fatalidades suelen reproducirse hasta el infinito. Solo que se camuflan, cambian de vestido para engañar. De esta forma apuntan a diversos públicos que caen redondos ante sus disfraces. Y en vista de que estos camuflajes duran por decenios, por mitades de siglo, las generaciones olvidan esta historia general de las infamias.

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El humor, gracias a su poder corrosivo, suele ser instrumento acertado para descubrir que ‘el rey desfila desnudo’. En septiembre de 2016, Tola y Maruja subieron un trino que desenmascara la testaruda fatalidad colombiana: “La diferencia entre los ‘paras’ y los guerrilleros es que los ‘paras’ te matan por su bien y los guerrilleros te matan por tu bien”.

Periódicos, noticieros, redes sociales, plataformas, no solo relatan el día a día o el segundo a segundo de esta rueda del destino nacional, sino que la afianzan y reproducen bajo la apariencia de neutralidad. Entonces extienden hasta el infinito el engaño colectivo.

En ocasiones intentan hacerse a un lado de esta lógica de lastre. Un ejemplo está descrito en una entrevista de finales de 2001, dada por Andrés Hoyos cuando su revista El Malpensante cumplió cinco años: “la tradición por parte de los medios masivos y de los medios culturales es afiliarse a ideologías muy concretas y desde allí disparar”.

“En estos tiempos, necesitamos amplitud para movernos dentro de la paradoja; es decir, sacar [publicar] una cosa que pueda parecer de derecha y de vez en cuando cosas que están más a la izquierda, sin dolores de espalda. Eso quiere el público, lo que necesita y es lo que yo quiero leer”.

Al final de sus “Crónicas marcianas”, Ray Bradbury ubica en ese planeta a una familia terrícola que acaba de llegar en su cohete para un paseo que durará ‘un millón de años’. Uno de los hijos, Timothy, “miró el profundo océano del cielo, como si su mirada quisiera llegar a la Tierra en llamas, a las ciudades en ruinas y a los hombres que se mataban unos a otros desde hacía tantos años. Pero no vio nada”.

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El padre tiró un fajo de papeles al fuego y dijo: “estoy quemando una manera de vivir, esa misma manera de vivir que ahora se quema en la Tierra… La vida en la Tierra nunca fue nada bueno. La ciencia progresó rápidamente y nos dejó atrás, y la gente se extravió en una maraña mecánica dedicándose como niños a cosas bonitas: artefactos, helicópteros, cohetes; dando importancia a lo que no tenía importancia, fijándose en las máquinas más que en el modo de dominar las máquinas. Las guerras crecieron y crecieron y finalmente acabaron con la Tierra… Por eso hemos huido”.

Cuando algunos recelosos intentaron acusar a Bradbury de alarmista, les contestó: “no trato de describir el futuro. Trato de prevenirlo”.

Colombia continúa en las fatalidades de la muerte en sangres. Y pese a que humoristas, cronistas y novelistas ponen sus dedos anunciadores sobre las carnes perforadas, persiste el olvido de las guerras. Si se sigue desconociendo la barbarie bélica, esas matanzas acabarán con nuestra tierra.

arturoguerreror@gmail.com

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