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Las impiedades de nuestras guerras

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Arturo Guerrero
12 de julio de 2025 - 05:00 a. m.
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Esta novela de Mario Price encierra la historia de dos excombatientes colombianos de signo opuesto: un militar y un guerrillero. Los dos han pasado sus cincuenta años de edad, y tienen en común haber pagado cárcel. Al cabo de estos trotes se encuentran, pues viven en un mismo conjunto residencial y entonces comienzan una serie de conversaciones, se vuelven amigos.

La risa y la muerte, Editorial Sképsi (Bogotá 2025, 282 pgs), es el título de esta obra que cursa también por las experiencias de los protagonistas con una extraña mujer conocida como “reidora”. Esta les da teoría y práctica sobre el fenómeno definido en uno de los epígrafes tomado de Kant: “la risa es una emoción nacida de la súbita reducción a nada de una intensa expectativa”.

El llamativo dibujo de portada, de Hebert Cruz, trae en el centro una imagen risueña atenazada por dos caras de la muerte dotadas de dientes dispuestos a devorarla. El autor Price estudió lingüística y literatura, ganó el primer premio de Cuento de Ciencia Ficción organizado por el Instituto de Cultura y Turismo de Bogotá en 1997. Fue seleccionado por René Rebetez en Contemporáneos del Porvenir, primera antología colombiana del género (Ed. Planeta 2000).

La obra comienza con la narración del combate que llevó a la muerte del bandolero conservador Efraín González, luego de haber sido destruida la casa conde se atrincheraba. Rescata un grafiti picante escrito sobre la única pared que quedó en pie: “Aquí peleó, durante cuatro horas, un cobarde criminal contra 1.200 valerosos soldados colombianos”. Uno de los protagonistas recuerda que alguien escribió debajo “Y casi se les va”.

El hecho sucedió en 1965, durante la llamada época de la violencia y originó romerías de gente que lo consideró “el más valiente entre los valientes”, ya que “él solo era muchos”. Los protagonistas de la novela resumen sus propias andanzas así: “La muerte es la gran desarmadora de risas... y la risa es la gran desarmadora de la muerte”.

A la madrugada de un día de conversaciones y reminiscencias, en que se sienten “proscritos, apestados y hasta criminales”, concluyen: “ese es el destino de los guerreros que hemos perdido todas las guerras y que nos perdimos en ellas”. El texto recorre sus vidas de familia, los motivos que los indujeron a enfilarse en las violencias y los sucesos políticos de aquellos años.

Se asiste a la candidatura presidencial del general Rojas Pinilla, al fraude con el que le robaron el triunfo, a los doscientos mil muertos que dejaron esos años de barbarie. Esta cifra tomada de un libro de historia patria es sometida a la aritmética elemental, según la cual si se acostaran hombro a hombro, esos muertos medirían 120 kilómetros. Y si se recorriera esa distancia en un tren lento, de 30 kilómetros por hora, daría “cuatro horas de viaje viendo sin parar caras de muertos”.

¿Cómo hará la doctora Indira con su taller de reidores para dar exorcismo a tantos hombres y mujeres forjados en las impiedades de nuestras guerras?

arturoguerreror@gmail.com

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Jorge Urrea(97897)12 de julio de 2025 - 05:19 p. m.
La guerra ha estado siempre en la historia de Colombia, con breves pausas, si vuelven los partidos tradicionales al gobierno en 2026, lo más seguro dirigidos por el CD, continuará la guerra por muchos años, décadas quizás.
Unus et alter(71824)12 de julio de 2025 - 01:59 p. m.
Excelente reseña. Hay que leerlo. Gracias.
Flaco Botero(43174)12 de julio de 2025 - 11:08 a. m.
Después de la guerra, después de la devastación, todos tendemos a ser lúcidos: pero ya para qué
Olegario (51538)12 de julio de 2025 - 06:04 a. m.
Viví ese episodio. Todavía recuerdo el tableteo de las ametralladoras. En el operativo estuvo un joven teniente, luego comandante del BBCHS y del Guardia Presidencial, el criminal y señalado torturador Harold Bedoya Pizarro, a quien le sirvió de asesor en su campaña como candidato presidencial don Plinio Orejas. A propósito, dónde andará semejante momia tan ultraderechista? Tiene más de 90 ruedas.
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