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Las tremendas burocracias que destrozan el tiempo

Arturo Guerrero

03 de octubre de 2025 - 12:00 a. m.
“La antigua cédula de ciudadanía ha de estar fatigada de tanto que la manosean”: Arturo Guerrero.
Foto: EFE - Ernesto Guzmán

Al mundo cada vez le nacen más antenas. Para cualquier trámite exige mil requisitos de identidad y reconfirmación. La antigua cédula de ciudadanía ha de estar fatigada de tanto que la manosean, de tanto que la piden para entrar, para salir, para respirar, para bostezar, sobre todo en las sedes públicas y empresariales.

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Acude usted a cualquier oficina para la mínima diligencia. A refrendar documentos cuya letra menuda indica su no caducidad, pero que las ávidas burocracias exigen cada vez que un parroquiano necesita para la cascada de trámites del día a día. Obviamente lo primero que el portero exige es la cédula. Cumplido este paso, le señalan una fila donde ha de esperar detrás de decenas de personas.

Nadie sabe lo que le espera. Cuando llega delante del gran escritorio de este segundo “portero”, debe reformular la misión que lo trajo. Entonces este le pega en el borde de su cédula un plástico enteramente empapado de un pegante indeleble, con tres letras y otros tantos números. Luego lo remite a una extensa oficina llena de gente que espera con la cabeza pendiente de una pantalla cuyo contenido cambia cada rato.

Durante una hora u hora y media, usted no podrá despegar la vista de esta placa con el número de la suerte. A lo largo de este desfile de letras y cifras, tendrá que resistir a la izquierda de la dichosa pantalla un desfile interminable con publicidad de la entidad visitada. Ay de que alguno de los innumerables aspirantes a una cita se distraiga, porque se perderá la aparición aleatoria de su identidad alfanumérica.

Así, no hay posibilidad de ir al baño ni de conversar con cualquier vecino ni de concentrarse en la lectura de un libro o de los mensajes del celular. Cualquier distracción le puede costar la repetición del proceso y la pérdida de medio día de su tiempo. Cuando por fin la lotería lo bendice, usted acude al escritorio del funcionario señalado, quien entre sonrisas le aclara que el RUT tiene vigencia indefinida y en consecuencia no se exige su renovación.

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Como por no dejar, el hombre le imprime una copia exacta del documento solicitado. Idéntico operativo y resultado sucede con la constancia de su cuenta bancaria. Los dos certificados inútiles son requisitos exigidos con fechas de expedición menores a seis meses, para incluirlos en un formulario de una gran empresa que argumenta cambios en alguno de sus procesos.

Como se observa, entidades estatales, bancarias, grandes empresas privadas, se retroalimentan en un carrusel de pasos burocráticos inútiles y repetitivos. De este modo se fortalece la telaraña de caprichos formales que agotan la paciencia y destrozan el tiempo productivo de los ciudadanos.

Así operan las mil y más antenas nuevas que cada día complican la vida cotidiana de la gente. Son vigías impíos que echan por tierra la confianza en la buena fe colectiva. Son palos en la rueda pública y privada, para hacer zancadillas a una ciudadanía trabajadora, cumplidora y deseosa de que le faciliten la existencia.

arturoguerreror@gmail.com

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