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Los festivos de Emiliani y sus 40 años de inmortalidad

Arturo Guerrero

28 de septiembre de 2023 - 09:00 p. m.

El ideal secreto de la gente es vivir en un perpetuo puente festivo. Y en Colombia lo estamos logrando. Quien sembró aquí este deseo y ofreció la cuota inicial de su cumplimiento fue el congresista cartagenero Raimundo Emiliani Román. Este diciembre se cumplen 40 años del acto que lo inmortalizó, la Ley Emiliani.

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Así nacieron los lunes festivos, los soñados puentes que se brincan las fiestas de los santos y que atraviesan y achican casi todos los meses. En ese momento nadie imaginó lo contagiosa que iría a ser esa medida. Poco a poco se le agregaron otros motivos, no religiosos, a la molicie nacional.

Basta con que se tranque el tráfico automotor urbano para que los trabajadores asalariados tengan disculpa de paralizar la producción. El día sin carro, que cae del cielo cuando nadie espera, es oportunidad dorada. Talleres de reparaciones automotrices cierran, pues los clientes potenciales duermen. Las estaciones de gasolina bostezan, los restaurantes de corrientazo ponen en bajo los fogones, las universidades privadas cierran.

Igual sucede con las incontables manifestaciones de maestros o empresarios, de estudiantes o sindicatos, del gobierno o la oposición. Los ciudadanos se encierran por temor a lo que pueda pasar y los bancos tienden tablas en las fachadas para evitar las pinturas y los grafitis. Es mejor esquivar el bolillo y las afectuosas atenciones de las armas no letales directo a los ojos que protestan.

Cuando diluvia y truenan piedras blancas desde Marte o Júpiter, hay que resguardarse y hacer pereza las horas necesarias. Así los días se encogen, se instauran puentes por horas, antes de que la gente continúe sus labores haciéndoles el quite a las baldosas escupidoras.

La parálisis del transporte público, por tomas de los terminales o por incendios y destrucción de buses, conduce a una sustitución del trabajo por caminatas de horas para llegar a la fábrica, oficina o almacén de rigor. Paso a paso las ciudades y el país se acercan al ideal Emiliani del perpetuo puente festivo.

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En medio de la alta inflación y del rezago productivo heredado de la pandemia, los economistas y expertos “todólogos” siempre tienen explicación de por qué no se acaba este país con tanta locha colectiva. Que la tasa de interés del Banco de la República, que las remesas de los compatriotas desde EE. UU. y España. Algunos farfullan algo sobre los millones circulantes de la mafia.

Hace falta comprender el espíritu fiestero de este pueblo que nació y se crio en medio de la más opulenta botánica, zoología y geografía del planeta Tierra. De esta efervescencia vienen las músicas siempre antiguas y nuevas, la propensión al baile y a los abrazos, el deseo aplazado de pintar, escribir, cantar y el estallido de la risa y el chiste cada vez que un amigo encuentra a un amigo.

Emiliani era del Partido Conservador y tenía pinta oligárquica, pero se inventó una ley que llegó al alma del pueblo y que a él le dio una forma muelle de inmortalidad.

arturoguerreror@gmail.com

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