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Los militares y sus palabras caducas

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Arturo Guerrero
12 de agosto de 2022 - 05:30 a. m.
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Dice el nuevo ministro de Defensa que tiene reservas sobre el uso de palabras en la institución militar. Agrega que está “completamente decidido a hacer una revisión profunda, hasta del lenguaje”. Y da un par de ejemplos: “neutralizar”, para referirse a la muerte de un enemigo. Y “héroe”, que “no debería otorgarse a la ligera por obra de la propaganda institucional”.

Los dos vocablos tienen su historia y evocaciones. La fatídica Gestapo fue utilizada como uno de los instrumentos tempranos para “neutralizar” las resistencias al proyecto nacionalsocialista en la Alemania hitleriana. Así lo comprobó el historiador Claudio Llanos Reyes, doctor de la Universidad de Barcelona y profesor de la Católica de Valparaíso (Chile), en una investigación sobre los archivos de la Gestapo al inicio de la dictadura nazi, entre 1933 y 1937.

Sus conclusiones, publicadas en 2014, señalan que los enemigos a neutralizar en ese momento fueron los católicos y los comunistas. Los crematorios posteriores y los afectuosos métodos utilizados por aquella agencia indican, con millones de cadáveres, a qué se referían los implacables acólitos de Hitler cuando utilizaban el término “neutralización”. De ahí que convenga la revisión profunda anunciada por el ministro.

El calificativo de “héroe” tiene antecedentes más ilustres. Los griegos antiguos lo aplicaban a los grandes hombres divinizados, que se distinguían por acciones extraordinarias. Eran tiempos en que se mezclaba la historia con la mitología, es decir, los hechos con la imaginación. Hércules, Aquiles, Odiseo o Ulises fueron estos primeros campeones de la humanidad.

Un policía o un soldado están de guardia en su puesto, ignorantes de la mira telescópica de un fusil que los acecha. En un instante los atraviesa el latigazo del disparo que no les da tiempo ni siquiera de discernir entre el presente y la eternidad. ¿Es adecuado considerarlos héroes, cuando solo son víctimas?

¿El hecho de estar cumpliendo su deber los eleva a categoría sobrehumana?

¿O lo que los catapulta es más bien la propaganda institucional de que habla el ministro? Sin duda, campea entre los altos mandos un apetito del honor conseguido a toda costa. Por eso, más que hablar, gritan, disfrutan dando órdenes a diestra y siniestra.

Tal vez el colmo de esta soberbia inflamada es el desgastado grito de guerra. Marcelo Molano, de la Agencia de Prensa Rural, publicó en junio de 2020, la pequeña historia del ¡ajúa! Fue la exclamación bélica de los hombres de la Fuerza de Tarea Conjunta Omega, encargados de combatir contra los frentes estratégicos de las Farc, durante el largo período presidencial de Álvaro Uribe.

No se la inventaron ellos, la adaptaron a partir del clamor con que se animaban los marines norteamericanos. Y entre nosotros se propagó desde los cuarteles hacia los hogares, merced al entusiasmo superlativo de un comandante ya pasado a retiro. Esta jubilación es el silencio profundo donde caducan los militares con sus palabras.

arturoguerreror@gmail.com

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