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En su más reciente libro, el filósofo y profesor emérito de la Universidad Tecnológica de Pereira, Julián Serna Arango, hace referencia al líder del movimiento anarquista más prolongado y eficaz de cuantos experimentó este movimiento en el siglo XX. “¡Detén a todos los gobernantes, desgarra y quema sus leyes! ¡Destruye las prisiones, aniquila la burocracia, suprime todo poder de Estado!”
Quien así habló fue Néstor Majnó, un adalid campesino ucraniano que vivió entre 1889 y 1934, y a quien Wikipedia presenta como “actor, guerrillero, escritor, campesino y pintor”. Toda una leyenda pública internacional, desconocida entre nosotros, cuyos restos hoy reposan en el célebre cementerio parisino de Père Lachaise.
A pesar de que su país resiste una guerra contra Rusia desde hace más de dos años, este polifacético combatiente del siglo pasado no ha recibido una memoria justa. De ahí que los párrafos con que el filósofo Serna lo rescata del olvido brillen por su oportunidad: “El universo como videojuego y el reto del reptil”, Julián Serna Arango, Casa de Asterión Ediciones, Santa Rosa de Cabal, 2025, 148 págs.
“Por la razón y por la fuerza –afirma Serna– Néstor Majnó preservó la autonomía del Territorio Libre de Ucrania en el período 1918-21”. Luchó contra la revolución socialista y contra el Ejército Rojo de la Unión Soviética, el cual estaba “dispuesto a imponer un gobierno centralizado y autoritario diametralmente opuesto al ideario anarquista. Sin Estado, ni propiedad privada, en el Territorio Libre de Ucrania proliferaron, en cambio, la autogestión, las comunas libres y las asambleas populares”.
En 1907, Majnó fue condenado a trabajos forzados en Siberia y luego sentenciado a la horca, hasta que tras los cambios políticos en la Unión Soviética fue liberado en 1917. Entonces organizó batallones de obreros y campesinos, llegó a tener en sus filas a cincuenta mil combatientes con los que peleó contra los cosacos, derribó cárceles y se enfrentó a los comunistas en guerra de guerrillas.
Fue herido numerosas veces y en las fotos de la época se aprecian sus cicatrices. Afirma Serna que “Majnó descubrió el atajo para fundar una sociedad sin Estado, evitando el rodeo previsto por Marx a través de la dictadura del proletariado”. Recibió consejos del anarquista ruso Kropotkin y de Bakunin, quien prefería abolir el Estado desde un comienzo, en polémica con Marx, cuya consigna era preservarlo en la etapa inicial del proceso revolucionario.
En contraste, “bajo el signo de la Nomenclatura, la Unión Soviética encalló en un socialismo no pluralista; sin rival alguno, el Partido Comunista no completó la tarea, es decir, no hizo tránsito al sistema comunista, en el que no sólo se eliminaría la propiedad privada de los medios de producción, sino además, el Estado”.
Y esta fue la hazaña de Majnó, quien comprendió estas palabras de Montesquieu: “Todo hombre investido de autoridad abusa de ella”. En cuanto se reconoce invulnerable, se aprovecha de los demás sin temor alguno.
