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“Por allí no es”: el replanteamiento del Tigre

Arturo Guerrero

11 de febrero de 2021 - 10:00 p. m.

A sus setenta y pico de años, Alonso Ojeda Awad, el Tigre, se despachó con un libro de trescientas páginas, la mitad de las cuales son un auténtico striptease político. Con mayor razón en un país que vive haciendo acuerdos de paz, solo para disparar luego contra los que los firman.

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El apellido extraño viene de El Líbano. De allí llegaron sus ancestros maternos a comienzos del XX. El apodo felino, representado en la carátula amarillo oro por un par de ojos guardianes rodeados de pintas borgianas, lo heredó de un tío materno que luchó contra la dictadura de Rojas Pinilla.

Su abuelo y bisabuelo paternos aportaron mulas y pertrechos al general liberal Uribe Uribe en la Guerra de los Mil días. Su padre terció en la guerra contra el Perú. Su mamá batalló por el voto femenino y fue la primera alcaldesa del país, en Ocaña Norte de Santander donde él nació. La llamaron Madre de los Macabeos, por acompañar a sus hijos al combate.

¿Alguien habría dudado de que el Tigre con tal palmarés resultara revolucionario, sabiéndose que hijo de tigre sale pintado? Se hizo bachiller en su patria chica y en Bogotá fue médico de la Universidad Nacional. ¿A quién habría de conocer ahí, sino al capellán Camilo Torres poco antes de que este se enfierrara en la guerrilla?

Con compañeros de inquietudes le siguió los pasos. Sus recuerdos de la Serranía de San Lucas, santuario del ELN, y sus expediciones entre las cordilleras Central y Occidental son lacrimosos: comer mico, esquivar fiebre amarilla, tifoidea y paludismo, trepar a árboles para orientarse, defenderse de serpientes, trastear más armas de las necesarias, aguantar un régimen dogmático de comandantes que los tenían “funcionando como un soldadito de plomo”. Y lo peor, carecer de ligazón con el pueblo al que iban a ´liberar´.

Creó entonces dentro de este ejército aturdido el grupo ´Replanteamiento´ e hizo contactos con las cabezas del M19 y Farc a quienes planteó su cambio de piel. Luego de dos consejos de guerra, carcelazos, allanamientos, clandestinidad enfermiza, relumbró en su mente una claridad: “Yo creo que las armas son un estorbo, un obstáculo”.

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“Por allí no es… La expresión tiene que ser a todo lo largo y ancho del planteamiento, la violencia fuera de la lucha política, como principio sine qua non que va a conservar toda su vigencia por los siglos de los siglos… Porque no es el poder por el poder, es la construcción de una sociedad profundamente democrática, solidaria, ética, amorosa y respetuosa con los semejantes, los animales, la naturaleza”.

Aquí “La huella del tigre: Alonso Ojeda Awad”, de Uniediciones, 2020, alcanza su más alto timbre de actualidad: “Lo que queda de la violencia colombiana son remanentes, carbones encendidos que vuelven y prenden la fogata… No se ha hecho esa profunda reflexión filosófica y no se ha pedagogizado que es lo más importante. Mientras eso no se vuelva material fundamental en nuestras escuelas, esa idea latente de que la insurrección da resultados generará problemas a la construcción de la sociedad colombiana profundamente graves”.

arturoguerreror@gmail.com

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