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Tableteo entre guerrilleros

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Arturo Guerrero
20 de enero de 2023 - 05:01 a. m.
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Once muertos en insoportable tableteo entre guerrilleros. Los elenos sorprendieron a los farianos en un campamento y rat rat rat. Un desquiciado se atrevió a grabar el momento. Daba instrucciones, ¿órdenes?, en el peor lenguaje de la baja ralea: “¡por allá va esa gonorrea!”.

Durante segundos obscenos el tiroteo siguió alterando las ganas de paz del país que vio el video entre arcadas. Un valiente asesino apretaba el gatillo de un fusil ametralladora, como si la muerte no lo rondara a él mismo. De pie, con el arma en la cintura, en un éxtasis más del otro mundo que de este.

Más tarde, los pobladores cercanos encontraron y contaron los cuerpos desgonzados: uno, dos, cinco, siete… once. El posterior comunicado a la opinión pública, del Estado Mayor Central, no habla de hombres, de seres humanos, sino de ´unidades´ de los frentes tal y tal que fueron ´golpeadas´.

Esa es nuestra guerra. Regida por comandantes semejantes a los descritos por Louis Ferdinand Céline en “Viaje al fin de la noche” (1932): “una horda de locos viciosos, que nos habían hecho impotentes para otra cosa que no fuera matar o ser destripados sin saber por qué”. En efecto, la vía de las armas para tomar el poder es un disparate tan insensato como la Primera Guerra Mundial rememorada por el escritor francés o como la actual de Rusia contra Ucrania.

Los otrora heroicos combatientes, estilo Che Guevara, son hoy o renegados de la paz firmada con la más nutrida guerrilla, o testarudos tiradores apegados a un dogma desueto. “¿Cuánto tiempo hará falta que les dure su delirio, para que se detengan agotados al fin, esos monstruos?... ¿Quizá hasta el exterminio de todo el mundo, de todos los dementes?”, inquiere Céline.

Los dirigentes de grupos de verde, que consideran los restos póstumos de sus compañeros con el calificativo de ´unidades´, no son menos que monstruos. Una unidad más otra unidad son dos unidades, una suma aritmética. En cambio, un humano muerto a bala más otro humano asesinado son dos cataclismos de la humanidad, un fracaso lindante con el sinsentido.

Colombia no se ha acercado a las tumbas tal vez anónimas de estos compatriotas acribillados por decenas. Tampoco al frenesí que los arrastró hasta su final patético: tener que matar o ser muerto. Pesada opción que convierte la sigla marcada sobre su uniforme en una condena a muerte por fusilamiento o por pudrición en una cárcel de cadena perpetua.

Este es el destino de los hambrientos que se regalan a esas tropas o que son reclutados todavía imberbes porque no hay ni trabajo ni dinero ni esperanza de levantar cabeza para saber por qué vale la pena vivir. Entre tanto, en las ciudades y pueblos donde las botas insolentes no plagan todavía las noches, las gentes se hunden en depresión o ansiedad ante los titulares de prensa que entregan la dosis mañanera de ´unidades´ acribilladas. He aquí la cuota por goteo de nuestra tribulación: la que perfora el juicio de los vivos.

arturoguerreror@gmail.com

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