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Un museo donde el reto es saber mirar

Arturo Guerrero

15 de agosto de 2025 - 12:00 a. m.

Este museo arqueológico nos puede cambiar la lógica. Nos acerca a etapas de antes de nuestra era, cuando Colombia no era Colombia. Conviene entonces verlo acompañados de una musa. No en vano, “Musa” es el nombre de estas quince mil piezas que componen su acervo.

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Desde el 6 de agosto pasado está abierta aquí la exposición de una parte de esta colección: la cerámica animal de ocho regiones arqueológicas de nuestro país. “Aquí el barro todavía tiembla”, explica la directora de Musa, Alicia Eugenia Silva. Son apenas ciento quince piezas, pero bastan para alterarnos la cabeza.

Es preciso cambiar la mirada, utilizar la imaginación para contemplar “cuerpos traducidos por otros cuerpos”. Lo que vemos no es simplemente lo que vemos. “Los alfareros son hacedores de cuerpos, traductores de unos cuerpos en otros”, escribe en las paredes de la muestra Felipe Rojas. Son textos cortos y extraordinarios que uno casi no puede creer por su visión ultra sensorial.

Estas figuras híbridas no fueron hechas para ser observadas por mentes que solo ven por los ojos. Apenas muestran gestos incomprensibles, torsiones del cuerpo inverosímiles, animales de ocho patas, mezclas de anatomías inexistentes para gentes del siglo XXI. “El reto es saber mirar... En la arcilla vive la promesa de posibilidades vitales”, continúa Rojas.

Y agrega el contexto temporal: “La manera en que miramos los objetos de un museo tiene poco parecido con la manera en que estos objetos fueron tocados, manipulados, acariciados cuando eran parte de la vida cotidiana de alguien en el pasado”. Un mico, una tortuga, un pescado, “un ser se viste de otro y deja de ser sí mismo. Detrás del pescado hay una persona interior, vestida de pescado, una persona-pescado”.

En un museo como Musa es conveniente “adoptar la perspectiva de otro ser, habitar un cuerpo distinto al propio permite contemplar la realidad de otros, como esos otros”. Sucede como en la vida de los chamanes amazónicos que se transforman en jaguar en las ceremonias del yagé.

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Refiriéndose a una pieza de hombre-jaguar, de la cultura Tumaco, Rojas explica: “Esta figurilla poseía un significado profundo y reconocible... Solo sabemos que cuando las personas que las crearon contemplaban estas figuras, conocían la relevancia del gesto que todavía nos atrae hoy”.

Y a continuación plantea la conclusión de fondo: “Estas piezas insisten: ¿qué tal si lo real o lo cierto y duradero sea el cambio o la posibilidad del cambio y no la distinción tajante entre disfraz y disfrazado o entre superficie e interior? Algunas de estas vasijas repiten la pregunta, ¿dónde está lo que es? Y en lugar de dar una respuesta tajante, parecen decir ‘no, no es esa piel la que cuenta, es la otra que me pongo encima, o lo que me pongo encima de esa’”.

Asistir a la espectacular casa del marqués de San Jorge, en La Candelaria, donde funciona Musa, equivale a dejarse tentar por los Tairona, Calima, Muisca, Guane, Nariño, Tumaco, Guayupe y Tierradentro. Son nuestros seres más antiguos, nuestro componente esencial.

arturoguerreror@gmail.com

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