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“Viajar a una ciudad llamada Pablus”

Arturo Guerrero
29 de julio de 2022 - 05:00 a. m.

Cumplió ochenta años el “comandante” Pablus Gallinazo, quien aprendió en el diccionario Pequeño Larousse “a maldecir y a decir español”. Claro que más tarde fueron las calles de su barrio en Piedecuesta, pegado a Bucaramanga, las que le enseñaron, sin tener que buscar, “la agridulce manera de cantar español”.

De este modo cotidiano nacieron sus estrofas de protesta que se volvieron tonadas ejecutadas con tres acordes de guitarra, pues su creador apenas rasgaba las cuerdas. Hoy el “comandante”, con apellido rapaz, considera que este balbuceo musical fue favorable porque “así se destacaban más sus letras”.

Los años sesenta y setenta del XX, entre felices y feroces, fueron fértiles en motivos para su pluma rebelde y lírica. De la guerra en oriente ha debido llegar a la estación que está triste, como triste está la ciudad, el soldado a quien el general Westmoreland, el más notable comandante de las tropas gringas durante la guerra de Vietnam, dijo que sin piernas y brazos sería feliz con la novia que le mandaba correo hasta Saigón. Pero ella “se quedó sola con los rayos del sol en el andén”.

El sol, el cielo, el mar, las flores, en especial aquella para mascar, son fascinación para este poeta con botas y boina que le tapaba las cejas. En “Claro el cielo azul celeste”, título triplemente adjetivado, Pablus añade un dato cósmico que hace olvidar y perdonar tal redundancia. Observa que ese cielo aparece “con sus nubes tan arriba que ya casi cielo son”.

Aplica atención primordial al camino. Oye al repartidor gritar “vendo leche sin agua”. Reconoce al mendigo y dice “siento que vive en mí”. Frente al transeúnte, nota que este “se volvió importante por su falta de importancia nacional”.

Gallinazo canta sin cantar. Lo suyo es la literatura, ha ganado premios de novela pero el país lo conoce como autor y cantor. Escribe una letra y brega por “meterle un sonsonete a la poesía”. Así surgen las tonadas que modula con su voz grave, en un vaivén que el oído agradece y que impulsa el ánimo hacia la ensoñación. Para que no quede duda, agrega a veces un coro femenino.

Si se llama Gonzalo Navas, ¿de dónde sacó el Gallinazo? Quiso romper el privilegio de los grandes apellidos que garantizan empleos, rangos y dinero desde el nacimiento hasta el ataúd. Rebuscó, hasta que dio con un ave temida, aborrecida. Y la escogió para completar su nombre artístico. Es otra agridulce manera de identificarse en español. Hoy celebra un triunfo: “he logrado que mi apellido Gallinazo sea noble”.

Este trueque es semejante al conmemorado en “El blue jean en la arena”. Zapatos, camisas, pantalón, sacos, reloj, todo en la playa olvidado quedó. Él le canta a ella: “nuestra fiesta en la playa casi nada costó. Tenemos ahora un millón de relojes de arena y de sol”. Y similar a la celebración de “Copa al sol brillante”, cuando él dedica a ella su coñac con este halago: “tú, repetida entre los cristales de mi Baccarat”.

Vale la pena, a sus ochenta, “viajar a una ciudad llamada Pablus”.

arturoguerreror@gmail.com

 

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