El drama de Mocoa es la crónica de una tragedia anunciada. Pero pasó igual con Salgar en Antioquia, con Gramalote en Norte de Santander, con Armero en el Tolima. Según un estudio de la Universidad Nacional de Colombia, de los 2.450 asentamientos urbanos existentes en el país, cerca de 400 están en riesgo de sufrir algún tipo de avalancha.
Como lo anotó, oportunamente, el editorial del El Espectador, vale la pena preguntarnos si estamos preparados para manejar nuevos eventos similares y, sobre todo, para prevenirlos. La misma pregunta se formuló a propósito de las tragedias de Salgar, Gramalote, Armero, etc. Pero seguimos cometiendo las mismas imprevisiones.
Mocoa es una puerta de ingreso a la Amazonia, tan importante para el país como olvidada por las autoridades y las instituciones. Entrando por esa puerta resulta evidente y hasta sobrecogedor comprobar que Colombia tiene más territorio que Estado. Alguien lo dijo en forma eufemística: somos más geografía que historia. No lo sé pero, probablemente, nunca hasta ahora había sido visitada por un presidente en ejercicio.
En medio del desastre el presidente Santos pronunció unas palabras significativas: “Vamos a responderle a Mocoa para que se recupere y pueda quedar mejor de lo que estaba antes de la tragedia”. Ha sido tal el grado de abandono por parte de los gobiernos nacionales de toda la historia que debe ser fácil hacer realidad la declaración presidencial. Ojalá, como lo escribió en este diario el columnista Gonzalo Rivas, logre Santos revertir la desgracia de Mocoa en progreso y sacarla de esas trágicas aguas con la esperanza de que vale la pena su futuro.
Ahora se buscan responsables y se nombran ejecutivos para acometer la empresa rehabilitadora. Pero los responsables sólo se buscan en los niveles territoriales de gobierno. Como suele suceder, la cuerda se rompe por lo más delgado. Las soluciones, en cambio, están en la cúpula. La misma que, desde hace doscientos años, no mira hacia Mocoa, ni hacia ese inmenso territorio que le queda más allá del horizonte, tan rico en potencialidades como carente de instituciones. Aquellas tierras de nadie resultan bien abonadas para el surgimiento y el imperio de toda clase de grupos ilegales.
Frente a eventos catastróficos como este quedan —o siguen— pendientes por lo menos un par de asignaturas que demandan el concurso de todos los ciudadanos. La inmensa solidaridad del resto de colombianos con Mocoa gratifica el espíritu y reconcilia con el país. Pero nos falta tejido social con amplios vasos comunicantes para que la solidaridad circule y no se perciba como una respuesta aislada sino como una actitud permanente, capaz de construir una cultura de paz y, sobre todo, de convivencia civilizada y fraterna.
La otra asignatura pendiente es menos obvia pero más importante para efectos de la prevención de desastres. En Colombia las autoridades seccionales y locales carecen de competencias para gestionar su territorio. El territorio no es un mapa. Es una historia, unos recursos, unas personas, unos intereses. ¿Cuáles son las competencias de las autoridades territoriales para gestionar en forma autónoma su territorio? Son mínimas. Por eso a sus autoridades no les cabe el grado de responsabilidad que están buscando los entes de control y los medios de comunicación. Esa es la otra asignatura pendiente con la cual ningún gobierno central quiere comprometerse. Se llama descentralización.
* Exsenador, profesor universitario. @inefable1