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A propósito de las elecciones norteamericanas, Project Sindicate, una de las mayores fuentes de artículos de opinión en el mundo, publicó el 8 de noviembre un conversatorio en el cual un grupo de académicos coincidió en señalar el oscuro porvenir de la democracia a partir del triunfo electoral de Trump. El profesor de filosofía, Jason Stanley, se atrevió a afirmar que “el fin de la democracia estadounidense era demasiado previsible”. En efecto, su proclividad plutocrática quedó ahora en poder de retóricas ultras.
La decisión de Trump en el sentido de crear el Departamento de Eficiencia Gubernamental y ponerlo en manos de Elon Musk y Vivek Ramaswamy es dramática. Ellos se ocuparán de reducir las regulaciones del Estado y desmantelar su aparato administrativo. Musk tomó tan seriamente el encargo que desató un duelo personal con el primer ministro británico, a quien acusó de presidir un gobierno dictatorial. “La guerra civil en el Reino Unido es inevitable” escribió, según se lee en un informe de El País de Madrid fechado el 25 de noviembre. Luego un grupo de vándalos prendió fuego a un hostal donde residían solicitantes de asilo.
El año pasado, Musk, cuyo patrimonio supera los 300 mil millones de dólares, amenazó con demandar al Estado si multaba a una empresa suya por incumplir con licencias requeridas para el lanzamiento de cohetes al espacio. El millonario acusó a la agencia gubernamental de extralimitación regulatoria. Cristopher Phelps, también profesor universitario, se preguntó hasta dónde Musk se beneficiará personalmente de la desregulación que promociona: “Poner a alguien que es multimillonario y dirige grandes corporaciones a cargo de un proyecto federal de desregulación es algo, por naturaleza, lleno de conflictos de intereses”.
Pero lo más grave es que la plutocracia valida, habilita, legitima decisiones gubernamentales, políticas, empresariales, gestionadas desde el poder del dinero. La historiadora Ruth Ben-Ghiat dice que Trump va a “desmantelar el Estado administrativo”, completando así la destrucción de las instituciones democráticas liberales de gobierno en Estados Unidos. Vendrá “una amenaza constante de violencia política, un saqueo oligárquico desenfrenado de los recursos públicos y una desigualdad económica en aumento”.
Por su parte, el economista Jeffrey Frankel y el jurista Aziz Huq, también participantes en el referido conversatorio, ponen de presente el daño que, en el largo plazo, va a producirse sobre la democracia y sobre el estado de derecho. “El Partido Republicano, ahora totalmente Trumpista, no ha dudado en utilizar una retórica que desprecia la idea de tolerancia y de indulgencia mutuas”. A su juicio, el modelo en ciernes va a convertir el capricho en orden, sin ninguna perspectiva de que el poder se vea frenado, de manera que lo haga predecible en lugar de arbitrario. Allí no queda espacio para la democracia. Solo la responsabilidad política sustentada en una inmensa fuerza moral y en una clara vocación jurídica podrían evitarlo. Pero esas nobles fuerzas no existen hoy en la sociedad norteamericana.
