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El difícil arte de la conversación

Augusto Trujillo Muñoz

11 de abril de 2025 - 12:00 a. m.
“La diplomacia es esencial en las relaciones internacionales y supone manejar bien el arte de la conversación”: Augusto Trujillo Muñoz.
Foto: EFE - Presidencia de Colombia

Estados Unidos es hijo de un calvinismo fanático, que le sirvió para alumbrar la teoría del “destino manifiesto”. Desde una visión laica, eso supone privilegiar la idea autoritaria sobre la conversacional, es decir, el pragmatismo sobre la ética. Basta mirar el ejemplo de sus presidentes: Jackson fue uno de los grandes promotores del genocidio aborigen norteamericano; Polk declaró la guerra a México para quedarse con sus tierras; McKinley se anexó a Guam, Filipinas y Puerto Rico; Theodore Roosevelt fue el tristemente célebre de “I took Panama”; Truman ordenó arrojar la bomba atómica sobre unas ciudades japonesas; Reagan declaró la guerra al Estado de bienestar; Trump es gestor de una guerra comercial con acoso migratorio y negación democrática. Presidentes como Lincoln, Kennedy, Obama, son más bien excepcionales.

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Hace pocos días Trump envió a su secretaria de Seguridad Nacional, Kristi Noem, de visita a Colombia. En su audiencia con el presidente Gustavo Petro mostró no estar bien preparada para menesteres diplomáticos. Me temo que nuestra canciller tampoco lo está, pero no dudo de que ella sí privilegia el diálogo. Las declaraciones de Noem a la prensa de su país ponen de presente sus limitaciones. Claro, ella asume que vino a asignar tareas. Lo que realmente ocurrió en aquella cita lo muestran bien el corresponsal de El País para la región andina, Diego Quesada (abril 7/25), y unas declaraciones del general Pedro Sánchez, ministro de Defensa.

El corresponsal de El País escribió: “El presidente de Colombia, conocido por no ocultar lo que piensa, le dijo (…) a la funcionaria de Donald Trump que una de las soluciones para combatir el tráfico de drogas sería legalizar la cocaína, como en el pasado se hizo con el alcohol. No era la primera vez que lo decía Petro, que a medida que se acerca el fin de su Gobierno (…) cada vez tiene menos reparos a la hora de expresar sus opiniones. La cara de Noem, cuando le tradujeron, fue de asombro. Ella, poco acostumbrada a hablar con la verdad, malinterpretó algunos de los comentarios del presidente y llegó a decir, en una entrevista en su país, que había asegurado que era amigo de algunos miembros del Tren de Aragua, la banda criminal venezolana. Pero eso resultó ser falso”.

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El ministro de Defensa, presente en la reunión, fue aún más claro: “El presidente nunca habló en contra del Gobierno de Estados Unidos. Analizó (…) el fracaso global en la lucha contra las drogas, (…) un desafío estructural que requiere cooperación internacional y soluciones profundas, incluso controversiales como la legalización de la cocaína, similar a como se hizo con el alcohol. El presidente dijo que esa propuesta depende de decisiones multilaterales, no unilaterales. No afirmó tener vínculos con el Tren de Aragua. Hizo una reflexión sobre su origen y la expansión de esta organización criminal en distintos contextos regionales”.

La diplomacia es esencial en las relaciones internacionales y supone manejar bien el arte de la conversación. En ese ámbito no se vence ni se convence, se persuade. A menudo ni siquiera se dan declaraciones a la prensa. La señora Noem tampoco aprendió eso.

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