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El momento de negociar

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Augusto Trujillo Muñoz
14 de marzo de 2008 - 09:31 p. m.
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En una sociedad plural, las contradicciones deben resolverse por la vía del diálogo. La nuestra lo es, aunque su viejo conflicto le imprime características especiales. Sin embargo los últimos sucesos apuntan hacia la conveniencia de regresar a la mesa de negociaciones, como viene siendo señalando por no pocos comentaristas de prensa.

El columnista de El Espectador.com Reinaldo Spitalletta lo pone de presente después de mencionar la marcha contra la violencia paramilitar del 6 de marzo. Curiosamente olvida mencionar la marcha de febrero contra la violencia de las Farc, que cada día se convierte más en símbolo de barbarie.

Alias Iván Ríos murió como cualquier narco, escribe María Jimena Duzán en El Tiempo, para afirmar luego que las Farc están llegando a un punto de no retorno, en el cual solo quedan dos posibilidades: o escalar la guerra, o negociar una salida política. Lo primero, agrega la columnista, ha sido neutralizado por los éxitos militares del gobierno. En cuanto a lo segundo este sería el momento para que “los miembros del secretariado que aún tienen las manos completas reflexionaran sobre la inutilidad de una guerrilla autista que ya no puede llegar al poder por la vía de la lucha armada”.

En El Tiempo.com Luís Eduardo Celis escribe que luego de seis años de combate frontal a las Farc, el presidente Uribe tiene importantes resultados para mostrar en esa lucha. Por eso puede abrir las compuertas para una negociación realista. “Ahora bien, para ello deberá contar con dos elementos claves: por un lado, la convicción de que lo mejor es integrar a la insurgencia mediante un acuerdo negociado, y por otro liderar un pacto de consenso nacional por la paz”.

El columnista del diario El Nuevo Día de Ibagué, Guillermo Pérez Flórez, es más claro aún: Una década después de los triunfos guerrilleros de Mitú, Patascoy y Miraflores, entre otros, la correlación de fuerzas ha cambiado. El Estado ganó tanto el pulso político como el pulso militar. “Si las Farc no actúan con inteligencia lo que les vendrá ahora es la marginalidad, como le sucede al Eln, que no es relevante ni para la guerra, ni para la paz”.

En efecto, hay que saber perder. Lo contrario es prolongar una agonía que también supone la prolongación de una guerra sin sentido, la del dolor de las víctimas y la de la barbarie de los victimarios. Hace mucho tiempo que esta guerra no se dirige hacia el día de la justicia, sino hacia el día de la venganza. Pero después de la contundencia de los golpes sufridos por la guerrilla, a ella misma le conviene la negociación. Y, por supuesto, también al país.

Probablemente es ilusorio pensar que la propia guerrilla reconozca su derrota, a la cual ella misma ha contribuido con la perversión de sus conductas. Habrá quiénes, en su seno, quieran esperar otros diez años, para volver a cambiar la correlación de fuerzas. Pero eso sólo tiene sentido para los que asumen la guerra como un sistema de vida. En cambio, ahora se da un punto de quiebre, propicio para que la sociedad colombiana reclame su derecho a la paz.

Lo que se necesita es una especie de árbitro político que declare el fin de las hostilidades y reconozca el triunfo del Estado. Ese árbitro podría ser el Polo Democrático, o el presidente Chávez, incluso el partido liberal o algunas organizaciones sociales democráticas que operan en el seno de la sociedad civil.

Pero claro, también hay que saber ganar. El gobierno tendrá que asumir una postura generosa y abrirse hacia un diálogo que le permita la salida política a las Farc. Para terminar una guerra –sin sembrar la semilla de otra, como en el tratado de Versalles, o en nuestros conflictos del siglo XIX- es preciso ofrecer opciones de legitimación al adversario. Ese es el sentido del día del armisticio. Bien se sabe que no existen las sociedades sin problemas. Pero sí existen los acuerdos sociales para construir futuro en democracia y en paz.

Ex senador, profesor universitario

atm@cidan.net

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