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La provincia de Mariquita es tan antigua como la Nueva Granada. En su suelo nacieron Francisco Antonio Moreno y Escandón, Gaspar de Figueroa y José León Armero. Es una tierra llena de historia colonial y republicana, botánica y empresarial. El domingo 23 de junio, El Espectador publicó una crónica escrita por el abogado tolimense, nacido en Mariquita, Guillermo Pérez Flórez, titulada “El olvido que ya somos”. Pone de presente que, a pesar de su rica historia, no se evoca a Mariquita cuando se habla de lo que han sido su flora, su fauna y su infraestructura; tampoco de la navegación por el río Magdalena, de la cual Honda fungía como el gran puerto del gran río y como la capital de la provincia de Mariquita.
Desde comienzos del siglo XX, el café se convirtió en motor del desarrollo nacional y el centro del país en la región cafetera por antonomasia. Se acopiaba en Mariquita, adonde llegaba de Caldas por el cable aéreo más largo del mundo, y por Honda se despachaba, río abajo, hacia la exportación. De Mariquita salían y entraban vagonetas llenas de tabaco procedente de Ambalema y de gente de todos los confines. El cable aéreo, la infraestructura deportiva y la red ferroviaria hicieron que Mariquita recobrara, en el tránsito de los siglos XIX y XX, el esplendor que tuvo cien años antes cuando fue sede de la Real Expedición Botánica, de los trabajos de Mutis, de la casa de grandes pintores cuyos pinceles dejaron hermosas láminas de una flora incomparable.
Hace cuarenta años, el presidente Belisario Betancur creó la Fundación Segunda Expedición Botánica para rescatar un pedazo de historia, geografía y cultura del olvido que ya eran. Ese día, el gobernador del Tolima, Armando Devia, dijo que el jefe del Estado asumía la Segunda Expedición Botánica (Funbotánica) como una estrategia para el ordenamiento de un cambio y la reafirmación de la cultura nacional. Citó al norteamericano Peter Rubbing, a quien mencionó como director de los jardines botánicos de Missouri: “Hemos invertido miles de millones de dólares en la exploración de la Luna, y hoy día sabemos más sobre la Luna que sobre los bosques tropicales de Colombia; la Luna seguirá en su puesto por mucho más tiempo que estos bosques”. Parecería una alerta para evitar que los bosques tuvieran un futuro de olvido y abandono.
En medio de la soledad que acompaña a la provincia colombiana, Funbotánica recoge lo que significa la defensa de un patrimonio histórico y ecológico, pero también propuestas para pensar en términos de desarrollo intelectual, científico y turístico. Si el Gobierno nacional, sus ministerios de Cultura y de Ambiente, las gobernaciones de Cundinamarca y del Tolima, y los municipios por los cuales atraviesa la ruta Mutis unen esfuerzos, semejante riqueza se puede rescatar del abandono. El bosque de Mariquita es una reserva protectora del futuro ambiental de una de las regiones más habitadas de Colombia. Se denomina Bosque Mutis, tenía seiscientas hectáreas y hoy apenas cuenta con cerca de cien, pero conserva inmensas potencialidades que el país no puede condenar, definitivamente, al olvido que ya son.
