El té y el café

Augusto Trujillo Muñoz
23 de junio de 2017 - 02:00 a. m.

El embajador de la República Popular China, Li Nianping, y el gobernador del Tolima, Óscar Barreto, convocaron, hace dos días, a un Encuentro del Té y el Café que, como me lo expresó Mónica Pinto, la representante del gobernador en Bogotá, tenía una doble connotación: cultural y empresarial. El té es tanto un producto como una cultura que, en China, tiene cerca de 5.000 años. También en Colombia existe una cultura del café que las migraciones antioqueñas extendieron en su diáspora enriquecedora.

El café solo lleva 500 años recorriendo el mundo, según el historiador Marco Palacios. Si no estoy equivocado, en nuestro medio se comenzó a sembrar en Santander y luego en Cundinamarca. Finalmente se consolidó en la vieja Antioquía y, de manera especial, en el Eje Cafetero. Desde allí se proyectó sobre casi medio país. Es célebre una frase que se repetía mucho en el siglo pasado, cuya paternidad se discute: “Colombia es café o no es”.

Por desgracia, dejó de serlo. A pesar de los riesgos del monocultivo, el café fue toda una escuela de aprendizaje en la organización de la producción agrícola, en la actividad comercial, en el desarrollo agroindustrial y en el mejoramiento de un tipo de relación entre las personas que enseñó una vocación por el trabajo, por la inclusión, por la solidaridad. El país le debe al café no solo identidad sino también desarrollo social.

Aquellos logros se desdibujaron con la contracción de la economía cafetera y la gestión de algunos ministros de Hacienda que cuidan más la voz de las calificadoras de riesgo que los intereses de los ciudadanos de su país. Sin embargo, en este último tiempo, el país registra un mejor desempeño del sector agropecuario y el café es altamente responsable de esa recuperación.

En buena medida el café colombiano es, hoy, opita: el Tolima grande se convirtió en la primera región productora de café en el país. Fue una región duramente afectada por el conflicto armado, que ahora quiere la paz y mira con esperanza el porvenir. El café es parte de la estrategia para la construcción de la paz. Quizás pueda resultar oportuno que el gobernador Barreto invite al gobernador González, del Huila, para unir esfuerzos y consolidar propósitos de asociatividad, capaces de empujar la producción cafetera de la región hacia auténticos objetivos empresariales.

Suelo repetir que el gran activo del Tolima grande es de carácter espiritual, más que empresarial. En esto último van adelante otras regiones de Colombia. Pero no en materia de pensamiento. El gran Tolima muestra ese activo, históricamente, desde antes del nacimiento de Murillo Toro y de Rojas Garrido en las provincias de Mariquita y Neiva. Pero ahora que su tradición cafetera lo convirtió en el primer productor nacional, allí podría haber una afortunada oportunidad empresarial.

Celebro el encuentro del té con el café, propiciado por el embajador de la China y el gobernador del Tolima: Sirve de oportuno pretexto para este tipo de reflexiones pero, sobre todo, resulta estimulante frente al trabajo productivo de una región cuyos habitantes no han conocido sino abandono y conflictos a lo largo de su vida. Ahora se asoman a la paz y, ojalá, este encuentro les permita asomarse al desarrollo.

*Exsenador, profesor universitario. @inefable1

 

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