El tinglado de la farsa vs. El arte de lo posible

La semana anterior, The Economist de Londres, publicó el texto que transcribo enseguida: “Si las protestas por sí solas pudieran derrocar a un presidente, Nicolás Maduro ya estaría en un avión rumbo a Cuba. Escribimos esto en febrero de 2019, después de la última vez que el autócrata venezolano manipuló una elección. En la encuesta que convocó en mayo de 2018 —cuatro meses antes— seguramente fue derrotado por Juan Guaidó, como lo fue el domingo pasado por Edmundo González. Varios países reconocieron a Guaidó como el presidente legítimo. Pero (Maduro) se declaró ganador, fue juramentado —inconstitucionalmente— por la Corte Suprema y siguió en el poder a pesar de todo. Esta vez, el fraude es aún más flagrante; ¿pueden las protestas y la diplomacia detener otro robo?”.

Evidentemente no, pero sin ellas el autócrata se eterniza. Es necesario generar una tercera vía de carácter político: la negociación entre las partes. Lo contrario significa condenar a los venezolanos que se oponen al dictador a huir de su país o a vivir escondidos para siempre. Así sucede en Cuba desde hace más de medio siglo, ocurrió en Chile durante casi treinta años y en Nicaragua ya va en veinte. La idea de negociar produce desconfianza, pero surge de un concepto pragmático: la política es el arte de lo posible. En ese marco político se insertan las gestiones de los presidentes Lula de Brasil, Petro de Colombia y López de México; pero es evidente que, hasta ahora, han despertado más polémica que esperanza.

Para el El País de Madrid “la comunidad internacional, con Estados Unidos, por un lado, y Brasil, México y Colombia por el otro, intentan mediar sin saber bien cómo”. En cualquier caso, hay que recordar los diálogos de Barbados para mantener la esperanza en el inicio de una nueva negociación. Mirarse en los espejos de la transición española, la chilena y la surafricana, pudiera ayudar en esta tragedia de Venezuela. Hay chavistas enfrentados a Maduro y divisiones internas que no solo rechazan el fraude, sino que hacen evidente el tinglado de la farsa. Ellos, según el mismo diario, se han dirigido a los tres presidentes para agradecer su mediación, pero les piden interceder “para que se ponga fin a la represión (…) y sean liberados los ciudadanos detenidos por sus reclamos” sobre la estafa electoral.

La prensa seria del mundo coincide en que los resortes para mover la crisis venezolana están en manos de la comunidad internacional. Para El País, “por muy lejana que parezca en estos momentos, la única salida viable es una negociación”. Por su parte The Economist llega hasta el punto de afirmar lo siguiente: “El mundo tiene una última cosa que ofrecer: una salida segura para Maduro y sus compinches más cercanos, una vida cómoda en una playa brasileña o caribeña, posiblemente con inmunidad judicial. Eso indignaría a quienes quieren ver a Maduro enfrentarse a la justicia en La Haya, pero es un precio que vale la pena pagar para evitar un derramamiento de sangre y empezar a reconstruir a Venezuela”. ¡Inefable! Pero la política es el arte de lo posible.