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Falsificaciones históricas

Augusto Trujillo Muñoz
05 de agosto de 2022 - 05:30 a. m.

El 16 de marzo, el 30 de abril, el 20 de julio y el 7 de agosto son las fechas claves del proceso emancipador colombiano. Sin embargo, el país distorsiona su significado histórico y su connotación política. Los Comuneros de El Socorro, la Expedición Botánica, el Cabildo Abierto de Santafé y la Batalla de Boyacá constituyen los momentos cenitales de la independencia nacional. Su conmemoración debería consultar su origen o sus desarrollos y realizarse de acuerdo con su sentido cabal.

Las rebeliones comuneras en América fueron varias y sucesivas: la primera se sucedió en Paraguay, en 1721. Estaban lejos la independencia norteamericana y la Revolución francesa. Su raíz se hunde en la rebelión de los comuneros de Castilla, quienes se levantaron contra el absolutismo del rey Carlos V, en 1520. De inmediato adoptaron la primera Constitución del mundo, conocida como Ley Perpetua de Ávila. El movimiento comunero en la Nueva Granada se expresó política y jurídicamente en las Capitulaciones de Zipaquirá, pero hoy desdibujamos la grandeza de esa gesta popular en conmemoraciones menores.

La Expedición Botánica nació oficialmente el 30 de abril de 1783 por iniciativa del sabio Mutis, tal vez el personaje más influyente de su época en la Nueva Granada. Como empresa científica se convirtió en referente obligado en Europa, mientras en su seno se formaban los criollos que más tarde liderarían las movilizaciones de 1810. En el Observatorio Astronómico el sabio Caldas convocaba o permitía convocar reuniones políticas que contribuyeron a fraguar el movimiento que estalló el 20 de julio.

Precisamente el 20 de julio se produjo una gran movilización civil en Santafé, convocada por el Cabildo local. Se nombró una Junta de Gobierno que adoptó la Constitución Provincial de Cundinamarca, un poco dentro de la vieja idea autonómica hispana. Así se sembró una semilla que, más allá de nuestras múltiples violencias, permitió construir una vocación civil para Colombia. Como suelo reiterarlo, el 20 de julio no se hizo con ejércitos sino con cabildos. Nada hay de naturaleza militar para conmemorar en esa fecha. Los desfiles de la fuerza pública están fuera de lugar, pues aquellos sucesos tuvieron carácter civil y local.

Otra cosa puede predicarse del 7 de agosto. Conmemorar, con desfiles militares, la batalla de Boyacá supone recordar la victoria patriota sobre los realistas y rendir homenaje a la memoria de Bolívar, de Santander, de Córdoba. Pero también al Congreso de Angostura, a la Constitución de Cúcuta, a la organización de la república liderada por el general Santander. En Colombia la fuerza pública está al servicio del derecho, aunque desde el Gobierno que finaliza hayan pretendido su politización. Es pertinente recordar la frase de Alberto Lleras: “La milicia es el arte de la disciplina; la política, el arte de la controversia”.

Si asumiéramos fielmente las conmemoraciones históricas, el 16 de marzo debería ser el Día de la Democracia; el 30 de abril, el Día del Pensamiento Libre; el 20 de julio, el Día de la Civilidad, y el 7 de agosto, el Día de la República. Esas serían conmemoraciones caras a un Estado de derecho moderno. Es preciso asumirlas de acuerdo con su significado cabal y modificar esa visión armígera y patriotera que falsifica la historia de la emancipación.

 

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