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La antesala de la guerra

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Augusto Trujillo Muñoz
22 de agosto de 2025 - 05:03 a. m.
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Los medios de comunicación juegan un múltiple papel en la sociedad: informan, orientan, denuncian, convocan a la protesta o a la solidaridad y así cumplen funciones indispensables para el buen funcionamiento de una sociedad democrática. Cuando las contingencias de la política producen desviaciones en la gestión de los grupos de interés, de los partidos y movimientos o de los poderes públicos, los medios de comunicación solían intervenir para señalar los errores, moldear la opinión y controlar los caminos de cualquiera de los tres poderes. Por eso se les llamó el cuarto poder.

Con la llegada de la democracia de participación y, sobre todo, de las redes sociales los activistas de la comunicación se convirtieron en protagonistas de la vida pública, es decir, en militantes de su propia causa. Así se desdibujó la idea de que la política es una reflexión cooperativa que necesita serenidad a la hora de las decisiones. Mientras tanto, toda esta simplificación populista que invade al mundo estimuló los fanatismos y decapitó el diálogo como instrumento clave de la política. Terminamos apelando al dogma e instrumentalizando la opinión a favor de ardores personales y en contra de los intereses colectivos.

Llegamos al extremo de que miembros de la dirigencia tradicional colombiana acuden al gobierno norteamericano en procura de su poderosa intervención contra decisiones judiciales de su país, pasando por encima de la soberanía nacional e incluso de la dignidad personal. Un indebido pronunciamiento del secretario de Estado les produjo complacencia. Es increíble: bastaba con respetar las Instituciones y ejercer los recursos legales. Pero ya no son solo dirigentes, gobernantes, candidatos, periodistas e influencers, sino ciudadanos comunes los que gritan, escriben y repiten frases cargadas de odio. Cuando el fanatismo político llega a tales extremos, hemos arribado a la antesala de la guerra.

Es preciso rebajarles puntos políticos a los provocadores, anotó Humberto de la Calle el domingo anterior en ‘El Tiempo’. Es absurdo e irrazonable que, en una genuina democracia, el presidente de la República no pueda estar presente en las exequias de un senador, por cuenta de las diferencias políticas existentes, escribió José Gregorio Hernández en el mismo diario. ¿Estamos condenados a perpetuar una conversación política que vuelve criminales a todos los opositores y críticos? se preguntó Julián de Zubiría en ‘El Espectador’. La política, señaló Guillermo Pérez Flórez en ‘El País’ de Madrid, se volvió un ring más apto para cobrar venganza que para construir proyectos comunes. ¡Por Dios!

Se sabe que la democracia significa debate político, pero se ignora que el debate político también supone democracia. Cuando los adversarios se convierten en enemigos el círculo se rompe y el diálogo es inútil. No interesa la cooperación entre ambos sino la destrucción del otro. Parecería que quisiéramos recuperar una vieja frase tan sonora como peligrosa y tan atrevida como dañina: “No nos interesa la paz, sino la victoria”. Semejante declaración bélica empujó la violencia del medio siglo pasado. La estamos reviviendo.

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Atenas (06773)23 de agosto de 2025 - 04:17 p. m.
Augusto y sus relamidos cuenticos de dosificar la reacción contra criminales y terroristas o brazo armado de la izquierda. En esa torcida sinopsis cómo alentaron el aterrizaje de lo peor de ominosa ideología bajo el cántico de supuesta injusticia social o mampara pa q’ reverdecieran revoluciones inevitable/ terminadas en fallidos laboratorios. Y persisten en su infamia. Atenas.
Jorge Eduardo joga-2@hotmail.com(43558)23 de agosto de 2025 - 11:21 a. m.
Acertado análisis, olvidan que el encanto de la vida y de la misma democracia, es el debate, la contradicción de ideas, no la imposición del otro.
Hincha Rojo(87476)22 de agosto de 2025 - 11:40 p. m.
Excelente columna. Preocupante panorama.
Chirri(rv2v4)22 de agosto de 2025 - 10:05 p. m.
Trump no atacará a VENEZUELA, como país, ni como república; a Maduro lo trata como a un delincuente namá. <como quien quiere sacar una rata debajo de la estufa> Así de simple, estimados de la opinadera pública. ¿No se han dado de cuenta?
Chirri(rv2v4)22 de agosto de 2025 - 09:57 p. m.
Y en el centro del mero pueblo, no saben nada de lo que los medios alborotan en vano, pues, lo que les intrerea, esa saber que tienen un presidente que aboga por los pobres y por los mamadores de ron. ¿y sin vinagre? No, con guarapo espeso.
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