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Hace cincuenta años, el cineasta Pier Paolo Pasolini escribió un opúsculo titulado El fascismo de los antifascistas. Describe lo que llama la postura, sutil e insidiosa asumida como normalidad, de un poder sin rostro, sin camisa negra y sin fez, que deseaba moldear vidas y conciencias según su proletaria voluntad. Si viviera hoy, probablemente, estaría escribiendo otro titulado El comunismo de los anticomunistas para mostrar la postura, sutil e insidiosa, asumida como normalidad, de un poder sin rostro, sin camisa roja, sin hoz ni martillo, que quiere moldear vidas y conciencias según su sacrosanta voluntad.
Asistimos al renacimiento de los fundamentalismos que antes se expresaban en los fascismos y en los comunismos, y que siguen nutriendo políticas del odio. Colombia pisa terrenos movedizos en los cuales se hunde su aprendizaje democrático. Alguien ha dicho que el gran peligro de la democracia es que la ven como una ventanilla de banco a la cual pueden acudir a pedir dinero sin respetar sus principios. Un Estado de derecho no subsiste donde “todo vale”. El cambio de modelo económico acogió en los años noventa, incluso a contrapelo de la nueva Constitución, trajo resistencias a concertar casi cualquier tipo de reforma. La economía dejó de ser una ciencia política para volverse una suerte de ejercicio matemático en el cual las cifras frías cuentan más que las opiniones razonadas. Esa vía lleva hacia un país imposible.
Es preciso repensarlo antes de que se produzca un colapso al cual está jugando la oposición. Se necesitan consensos en lugar de improvisar narrativas de confrontación con las cuales está jugando el Gobierno. Resulta indispensable construir rutas capaces de reorientar los esfuerzos nacionales hacia un país posible. Pero, ante el vacío de pensamiento crítico y de liderazgo dirigente, Ernesto Rojas Morales asumió el compromiso intelectual de escribir un nuevo libro así titulado: País Posible. Es una obra cargada de propuestas para Colombia y para los países de América Ibérica sobre los cuales pesan múltiples problemas afines.
La inmensa brecha entre el crecimiento de la riqueza y el de la desigualdad, abierta por el nuevo modelo económico, alcanzó niveles insostenibles. Pero en vez de buscar acuerdos para resolver ese trance, los políticos apelaron a la ofensa personal y al insulto, en un país que si algo necesita es concordia. Unos y otros activan protestas sociales, pero ninguno extiende la mano para conversar serenamente con el adversario. El diálogo es la vía hacia el país posible.
Rojas Morales anota que el buen vivir es conseguible, pero se cuida de caer en la utopía. Si bien propone algunas fórmulas disruptivas, analiza el pensamiento de autores clásicos y críticos, revisa estudios y estadísticas, explora la posibilidad de aprovechar la postpandemia como oportunidad para volver a la inclusión social. Insiste, además, en implementar un modelo de capitalismo social con alianzas público-privadas, capaces de “transformar la dinámica actual y fomentar una colaboración que sea mutuamente beneficiosa y promueva un mayor nivel de justicia y equidad en el nuevo modelo de capitalismo”.
El libro de Ernesto Rojas tiene ocho capítulos en los cuales cabe el país, pero no de cualquier manera: dibuja, ciertamente, el “país posible”.
