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Pierre Gilhodes

Augusto Trujillo Muñoz
09 de diciembre de 2022 - 05:00 a. m.

El Pierre Gilhodes que yo conocí era francés, pero también colombiano y, además, tolimense. Había estudiado en el Instituto de Estudios Políticos de París y en la Sorbona. Un programa denominado “La cuestión agraria en América Latina” lo trajo a Colombia y sus estudios sobre la Violencia del medio siglo lo llevaron al Tolima. Allí conoció a quien sería su esposa. En Chaparral viven aún miembros de su familia, a quienes visitaba gustoso cuando lo permitían sus compromisos académicos.

En 1964 fue consultor del Incora, dirigido, entonces, por Enrique Peñaloza Camargo. Creado por la Ley 135 de 1961 durante el gobierno de Alberto Lleras, el Incora tenía el propósito de adelantar los programas de reforma agraria concebidos por el Frente Nacional. Pero eso no le interesaba al presidente Valencia. ¡Es increíble! Peñaloza le relató “la destitución de Virgilio Barco… y su sustitución por el gobernador Balcázar Monzón”, es decir, Valencia ignoró de plano el mandato legal. Peñaloza se redujo a “preparar un instrumento que permitiera trabajar cuando, en 1966, sería presidente Carlos Lleras, que sí creía en la reforma” (p. 34).

Gilhodes realizó su primer viaje fuera de Bogotá a un distrito del Incora en el oriente del Tolima. En su libro Cuarenta años en Colombia narra: “Tanto en la capital como en el campo empecé a entender el acuerdo del Frente Nacional”, pero también las implicaciones de “la tragedia que vivía Colombia y que las clases dominantes llamaron hipócritamente la Violencia, y que mi suegra, desde su finquita del sur del Tolima, llama la revolución o la guerra (distinguiendo la primera guerra como la del 49-53, la segunda guerra como la del 55-60 y la tercera guerra que todavía dura)” (p. 67).

Cristina de la Torre, en su columna del martes en El Espectador, recordó que Pierre fue interlocutor de campesinos, de empresarios, de guerrilleros en negociaciones de paz, contertulio de presidentes, expresidentes y muchos colombianos ilustres que lo admiraron, a quienes menciona en su libro. Fernando Hinestrosa lo llevó al Externado de Colombia, en cuyo seno contribuyó a la creación de su Facultad de Finanzas, Gobierno y Relaciones Internacionales. El Externado rindió, hace unos días, merecido homenaje a su memoria. Su mayor proximidad fue con el presidente Virgilio Barco, la cual atribuye, primero, a su amigo Gustavo Vasco y, luego, a quienes integraron lo que llama en su libro “el grupo”.

¿Qué era el grupo?: “Unos contertulios que nos reunimos todavía, periódicamente, para conversar y soñar” (p. 176). Con la candidatura de Barco el grupo se alborotó: “Dominaba la esperanza entre nosotros”, dice. Entre ellos menciona al exsenador Ernesto Rojas Morales, al periodista Óscar Alarcón, al sociólogo Óscar Delgado, al sacerdote Javier Sanín y al abogado César Puyana. Contertulios menos habituales fueron Jaime Castro, Humberto de la Calle, Alfonso Valdivieso, Néstor Hernando Parra y quien escribe estas líneas. Yo solía decirle paisano y sé que le agradaba, pues con inmensa amabilidad escribió: “Me hace el honor de considerarme paisano suyo, lo que tiene algo de cierto…” (p. 178). Ese fue el Pierre Gilhodes que yo conocí. Era francés y colombiano, pero también tolimense. Y, sobre todo, su corazón no le cabía en el pecho.

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