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Cuenta William Ospina que, en uno de sus viajes a París, leyó el siguiente grafiti en el metro Trocadero: “Demasiados africanos en Francia”. Los hay, por supuesto. Han de ser jóvenes e inmigrantes en busca de mejor futuro. En cualquier caso, sus países de origen fueron, o son, colonias francesas anexadas por la fuerza durante siglos. “El sueño del celta”, la novela de Vargas Llosa recrea la historia de los múltiples abusos de los europeos en África.
En el siglo XVII las potencias emergentes -Inglaterra, Países Bajos, Francia- comenzaron su expansión militar y económica cabalgando sobre la “leyenda negra” para culpar a España de todos los males pasados, presentes y futuros, Mientras tanto despojaban a los pueblos conquistados de su identidad histórica. Los hijos legítimos de esa vocación excluyente, en América son los gringos: se erigieron en gendarmes del planeta con su doctrina Monroe y su teoría del destino manifiesto.
La imagen que, sobre sí mismos, construyeron los gringos es la de defensores de un concepto universal de moral política: el suyo propio. En el espíritu de sus ciudadanos subyace la idea calvinista de la predestinación. Por eso se proyectan como el “pueblo elegido” por Dios para llevar a cabo una misión trascendente. Así actuaron los conquistadores en las trece colonias, pero también sus padres fundadores. Incluso líderes más recientes, más célebres por su carácter pendenciero o su torpe fanatismo que por su obligación de respetar el derecho.: El primer Roosevelt, por ejemplo, el Truman de las bombas atómicas y el flamante Trump que, desde su oficina oval estimuló un asalto al Capitolio.
América es, de polo a polo, un piélago de expresiones culturales. Desde el Ártico, donde viven los inuit, hasta casi el antártico, donde viven los mapuche. Aquellos hablan inglés y francés, pero conservan su lengua ancestral. Estos también la conservan, aunque además hablan español. Es curioso: al iniciarse julio, la dirigente indígena chilena de origen mapuche Elisa Loncón se convirtió en presidenta de la Asamblea Constitucional de Chile. Al finalizar el mes la dirigente indígena canadiense, de origen inuit, Mary Simon, se convirtió en gobernadora general de Canadá. Ambos pueblos han tenido conflicto con sus culturas mayoritarias y ambos han sufrido exclusión y persecuciones.
Ese tipo de pueblos da testimonio histórico de pluralidad social en América. Ahora, los dos referidos tendrán que mostrar su capacidad para cimentar el futuro a base de diálogo. En una sociedad plural, las culturas mayoritarias tienen la obligación ética y política de reconocer a sus minorías como tales e incorporarlas cabalmente a su cuerpo social. Pero estas tienen la misma obligación. No pueden pretender que su acceso a la toma de decisiones que, históricamente les ha sido negado, suponga cobrar esa injusticia con venganza e imponer sus valores con la misma barbarie con la que sus conquistadores impusieron los suyos.
Resulta evidente la importancia de un Estado de derecho con legitimidad. De otra manera es imposible garantizar respeto por la unidad en la diferencia. El Estado de derecho también necesita fortaleza moral, y esa la otorga la confianza en sus instituciones. Estas deben garantizar el equilibrio entre los poderes, pero también sintonía cabal con la gente. De lo contrario el Estado de derecho se vuelve teórico, se falsifica, se adultera. Y esa es la tragedia que está afectando hoy a nuestra América.
