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No es fácil examinar este tema, pero el reconocimiento de los gobiernos de España, Irlanda y Noruega al Estado palestino se desdobla en alta presión diplomática y política para que el mundo avance hacia una justa solución a este complejo problema que los ingleses le trasladaron a la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en 1947.
En aquel momento, el embajador de Colombia en la ONU era el expresidente Alfonso López quien, a nombre de su país, votó en contra de la creación del doble Estado israelí y palestino, basado en dos premisas: por un lado, la vulneración de los derechos de la población palestina asentada por milenios en el territorio por dividir; y por otro, la necesidad de más tiempo para obtener la aprobación de judíos y árabes e incluso del mundo cristiano. López pidió aplazar la decisión y Colombia inauguró un período de neutralidad frente al tema, que se prolongó durante más de dos décadas.
Algún tiempo después, el presidente Julio César Turbay Ayala recordaría que “Colombia fue uno de los países que se abstuvieron de votar a favor de la creación del Estado de Israel, a pesar de la clara presión de los Estados Unidos”. A su juicio, López advirtió que no era justo crear un Estado que podría ser contrario a la paz internacional, porque se trataba de una minoría que desalojaba de sus tierras natales a los palestinos y creaba condiciones ingobernables. Según Turbay, desde el primer momento, López fue consciente de que, en tales condiciones, un nuevo Estado tendría que vivir de la influencia de potencias extranjeras.
Cuando el remedio es peor que la enfermedad hay que revisar las situaciones a fondo. Así como Occidente sembró una semilla de guerra en 1947, no puede ahora persistir en cultivarla. Pero ha de considerar que al Estado israelí no le importa mucho la justicia: de tiempo atrás viene condenando a sus ciudadanos palestinos a vivir en un Estado judío excluyente. Les niega la igualdad que necesitan y merecen para vivir en Israel con la plenitud de sus derechos. Con razón se pregunta el economista griego Yanis Varoufakis si no se está abonando el terreno para que mañana Palestina termine estableciéndose como un estado árabe excluyente. “Tendríamos dos estados vecinos de apartheid”.
“Esta es la única manera de avanzar hacia la solución que todos reconocemos como la única posible para lograr un futuro de paz: la de un Estado palestino que conviva junto al Estado de Israel en paz y seguridad”, dijo el presidente del gobierno español, Pedro Sánchez. Mientras tanto, el editorial de El País rechazó el desvarío del ministro de Relaciones Exteriores de Israel, cuyas protestas contra España, Irlanda y Noruega “hunden la diplomacia israelí en el barro del insulto y la coacción (…), prácticas incivilizadas y ajenas a las buenas costumbres diplomáticas”. No se lo merecen los ciudadanos de Israel, agrega el diario ibérico, ni tampoco los numerosos amigos que tiene Israel en España y en el mundo”. La pregunta sigue sin respuesta: ¿Será posible que este punto de llegada que se atisba como final de una vieja guerra, se convierta en el punto de comienzo de una nueva paz?