Inconcebible que Petro siga inventando maturrangas y trampas matreras para dilatar la entrega de la Plaza de Toros de Santamaría a la tauromaquia.
No más componendas. La afición taurina merece respeto. Basta de llamarnos asesinos. Basta de tratarnos a punta de insultos y adjetivos. Somos una inmensa minoría que vemos la tauromaquia como un arte. No somos una panda de victimarios de inocentes, animales ávidos de sangre y sedientos de morbo.
Somos, repito, una inmensa minoría. Que respetamos al toro de lidia, único en su especie como rey absoluto de marismas, praderas y páramos. Durante cinco años los humanos permanecen sin tocarlo, sin acercarse a él, sin interferir en sus dominios, para después llevarlo a una plaza, su sitio de lidia, donde demostrará su bravura, su majestad, su derecho a pelear. Muere el toro la mayoría de las veces. Muere también el lidiador o algún subalterno.
A ningún aficionado nos gusta cuando el toro sufre innecesariamente por culpa del picador malintencionado o el matador incompetente. Creo que el reglamento taurino debería cambiar algunas cosas. Pero el que desconozca el arte sublime, el valor, ese ballet indescriptible, ese intangible que es el arte de torear es, como menos, un ser que no logra ver la verdadera dimensión de ese oficio.
El toro de lidia es una raza única. Si desaparecen las corridas, desaparece una especie. Desaparecen enormes extensiones de páramos y llanuras, terminando de acabar con reservas naturales que le dan oxígeno al planeta.
Al que no le gusta, pues que no asista. Nadie le obliga. Pero que un alcalde populista, que afortunadamente está por acabar su período, después de haber logrado acabar con la ciudad, insista en dilatar un mandato de la Corte Constitucional por un embeleco político, es inaceptable.
Las corridas de toros merecen respeto. Y los antitaurinos que se dediquen a otra cosa, fuera de insultar, agredir y amenazar. Por curiosidad, en mi última columna, defendiendo la tauromaquia como patrimonio cultural. Me metí en la cloaca de los blogueros, que por cierto nunca leo, y conté más de cien insultos, adjetivos soeces, amenazas. Vamos a ver cuántos leo en esta ocasión.
Si algún antitaurino sensible hubiera tenido la oportunidad de ver a Morante de la Puebla torear en Latacunga en la Sierra Ecuatoriana, y entre nevados perpetuos lograr una de las más bellas y mágicas faenas de su vida, tal vez entendería de qué estoy hablando... Mientras tanto, no tengo más que decir.
La Santamaría es para la afición taurina. Petro tiene obligación de devolverla. No más trampa. No más populismo. Y, a propósito, ¿por qué no se mete con la pelea de gallos? ¿Nos suena el humedal de La Conejera? ¿Asuntos familiares? Estamos hartos de irrespeto, arbitrariedades e insultos... ¡Santamaría es taurina hasta la médula de los huesos! ¡La vamos a pelear!
PD. Estoy de luto por Chespirito. El Chavo. El Chapulín. ¡Paz en su tumba! ¡Gracias por su legado!