“Dale con este marxismo fuera de moda/ y esta maldita obsesión/ es turbio mi país/ cómo jode/ esta gramática hedionda a gasolina” (Alberto Barrera Tyszka).
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Lo conocí en un Hay Festival de Cartagena hace varios años. Me le lancé encima en el corredor del hotel Santa Clara, como suelo hacerlo cuando un escritor me mueve algo en mi interior. Así hice con Manuel Vilas, quien acababa de escribir Ordesa, y con Valtor Hugo Mãe, ese genio portugués tan desapercibido, programado en un conversatorio de cuentos infantiles.
Los convencí de participar en Cali en sendos festivales del Oiga, Mire, Lea. Aceptaron y llenaron “hasta las banderas” los escenarios.
Así fue con Alberto Barrera Tyszka, escritor, novelista, poeta y guionista venezolano, premio Tusquets y Herralde de Literatura, dos de los galardones más serios de las letras. Dos veces invitado a Cali.
Sus novelas, aparentemente ficción, nos destapan y quitan la máscara de lo que sucede realmente en ese país vecino, que vive en carne propia el famoso cuento de La vaca en el árbol. Desde 2013 vaticinaron: “Nadie sabía cómo había llegado ahí. Nadie sabía cómo se mantenía. Pero todo el mundo sabía que iba a caer”. Y estamos en 2025, y la vaca continúa en el mismo lugar —léase Nicolás Maduro—.
“Un Cantinflas con pompa revolucionaria, cuya misión es confundir para hacer verosímil el absurdo. Más cerca de Pinochet que de Salvador Allende”.
Me he devorado tres de sus libros: Patria o muerte, La enfermedad y El fin de la tristeza. Novelas apasionantes que, con carita de inocencia y formato de intriga, nos van espeluznando, sin querer queriendo, sobre la vida cotidiana del vecino país.
¡Qué sutileza, qué inteligencia, qué formación de escritor se necesita para que esas páginas nos estremezcan! De pronto, un párrafo suelto, una frase, un suceso inesperado del protagonista… verdaderas obras maestras.
Es un hombre amable, con un sentido del humor cáustico, simpático, que da la impresión de conocerlo de toda la vida. No sé cómo hace para vivir en su país. No sé si lo persiguen o lo intimidan. No sé si ha tenido que exiliarse.
Lo único que sé y me consta es que es un escritor fuera de serie, sin aspavientos, pero profundo. Los que han leído sus libros saben de qué hablo. Los que todavía no lo han descubierto, no se lo pierdan.
Es la única forma de conocer y sentir lo que viven y sienten nuestros hermanos venezolanos en su día a día y abrir el ojo, no sea que nos agarre una avalancha igual y nos pille sin darnos cuenta y la vaca se quede en el árbol, o sus amados terneritos… porque en Macondo, hasta pueden parir entre las ramas, o dejar huevitos inocentes que luego vuelen como aves carroñeras.
P. D. Dos frases al azar: “Esta gente no se equivoca… no a la hora de volverte mierda”. “Aquí los hospitales no tienen nada. El que se enferma, se muere”.
P. D. 2. Cuando veas a tu vecino afeitar, pon tu barba en remojo (sabiduría popular).