Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
Es importantísimo el viaje de la vicepresidenta Francia Márquez al continente africano, acompañada de su delegación. Desde siempre —por lo menos lo que me consta de Sudáfrica, país que he visitado dos veces—, los representantes de Colombia han sido de quinta categoría y no han hecho nada. Me acuerdo de Édgar Perea y su embajada de ingrata recordación.
África no solo es la cuna de la humanidad sino un continente hermano de sangre de nuestro país, que sufrió durante años y años el comercio esclavista, manejado mayormente por religiosos y colonialistas. Lo que ocurrió en esas épocas no tiene perdón de Dios. El desarraigo, la muerte y la tortura de millones de hombres y mujeres, tratados como mercancía. Qué ignominia, qué genocidio, un holocausto del cual no se habla, pero existió. Lo que no puede seguir sucediendo es la discriminación hacia nuestra población afro, que jamás ha tenido la oportunidad de conocer sus raíces ni a sus ancestros por culpa nuestra, los que por ser un poco más desteñidos nos creemos una raza superior, con derecho a todo. Esto tiene que cambiar radicalmente.
Colombia tiene una de las poblaciones afrodescendientes más grandes de América Latina. Gracias a la cultura de ese continente tan bello como ignorado tenemos su música, su folclor, sus sabores y sus rituales, jamás se perdieron y la memoria oral logró conservar estos tesoros. Recuerdo un día en Cape Town, la ciudad más bella que he visitado, donde convergen el Atlántico y el Índico, con playas, montañas y paisajes alucinantes por su poderío y belleza. Recuerdo, repito, que entré a una tienda de artesanías. Oh, sorpresa, durante un instante me transporté a Artesanías de Colombia, las cestas, los colores terracota, los tejidos, las vasijas, las artesanías del Chocó, del Caribe. Seres que jamás se han visto en siglos ni se conocen, elaborando las mismas cosas, gracias a esa memoria oral. Igual con la música, la alegría y el ritmo inigualables.
Este periplo marcará un antes y un después en nuestra historia, liderado por una mujer de carácter, que no se deja manipular y tiene sus objetivos claros en este cuatrienio. No es una mujer “de adorno”, como quisieran verla muchos, y seguirá adelante. Estamos en mora de establecer relaciones de verdad y no de maquillaje con ese continente resiliente, valiente, indomable. Los ciudadanos afrocolombianos tienen el derecho inalienable de vivir mejor, de ser respetados y de recibir las mismas oportunidades laborales y académicas. Si el presidente Gustavo Petro quiere hacer un cambio de verdad, Francia Márquez, su vicepresidenta, se lo está poniendo en bandeja.
Le deseo la mejor suerte en su misión, tan criticada por tantos resentidos. Ojalá tenga tiempo de visitar un safari, para que se emocione con esos espacios infinitos en que la naturaleza es la reina y nosotros somos los depredadores. Francia no “se fue de safari”, pero merece visitar un safari y gozar un atardecer naranja, aquel que sus ancestros reverenciaban y que le fue negado durante tanto tiempo, “esos instantes del crepúsculo en que las cosas brillan más”. Gracias, vicepresidenta, por regalarle a Colombia una nueva oportunidad sobre esta tierra llena de odio, sangre, discriminación y violencia.
