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Avianca: suciedad y pésima atención

Aura Lucía Mera

06 de mayo de 2025 - 12:05 a. m.
“Avianca, nuestro símbolo, se ha convertido en el emblema de la suciedad, la falta de amabilidad y nula atención a bordo”: Aura Lucía Mera.
Foto: Andrés Torres

Escribo esta columna desde la tristeza. He sido fiel a Avianca prácticamente desde que nací. Vuelos nacionales e internacionales. Desde los DC-4 que atravesaban cúmulos entre rayos y centellas, subían y bajaban como ascensores desbocados. Pasé a los DC-6 y luego al primer jet.

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Viajaba en la cabina por invitación del capitán Carrasco, en la ruta Bogotá–Cali, a finales de los sesenta. Mañana despejada, todo tranquilo. Pero al tocar tierra el avión se fue de lado (Cali–Puerto). Silencio total. Carrasco maniobró. El avión zigzagueó de un lado al otro. Nos salimos de la pista y empezamos a dar tumbos por un potrero recién arado. Una vaca se atravesó, el avión la atropelló y frenó en seco, ladeado. Dieron la orden de saltar por las puertas. Fui la primera. Superman era un parapléjico comparado conmigo. A una tal Mera Becerra la salvó una vaca.

Recuerdo los años de excelente atención, cortesía, amabilidad e higiene. Avianca era la imagen colombiana hacia el exterior. Con Efromovich tuvimos el último destello de calidad. Después de su presidencia, todo se fue a pique. Creo que ya tocamos fondo. Y yo, siempre fiel. De imbécil, como diría Petro.

Los viajes nacionales son una tortura, pero necesarios porque Colombia no tiene trenes ni carreteras. Toca volar. Sillas de tortura. Atención nula.

Nunca imaginé que los vuelos internacionales se convertirían en semejante irrespeto y mugre. Sillas apelotonadas en las que es imposible resistir diez horas. Han aumentado el número de asientos a precios astronómicos.

Los baños no los limpian jamás. A medida que cientos de pasajeros los usan, se acumulan papeles en el suelo, olores, suciedad y bacterias. Se acaba el papel higiénico. Hay colas para entrar a esos diminutos espacios. Pasajeros apoyados en las puertas de emergencia mientras hacen turno. Caos total. Las azafatas desaparecen. Le pregunté a una y me respondió indignada que ellas no están para “esos oficios”. Además, incumplen los requisitos mínimos de ofrecer agua para hidratar a los pasajeros, obligación en vuelos de largo alcance como cruzar el Atlántico.

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Otras aerolíneas internacionales tienen la obligación de velar por la higiene de los baños, desinfectarlos y estar pendientes de los pasajeros. Y como si fuera poco, no hay limpieza a fondo del avión cuando tiene que regresar abarrotado de pasajeros. Todo sigue igual.

Esto merece un llamado de atención por parte de Aerocivil o cualquier autoridad competente o incompetente. No solo Avianca está jugando con la vida de los pasajeros al abarrotar cada centímetro de espacio, sino que los deja a su suerte o tortura durante horas. A una amiga mía una azafata la regañó en el vuelo Madrid–Cali porque, según ella, estaba hablando muy fuerte y podía despertar al piloto.

Avianca, nuestro símbolo, se ha convertido en el emblema de la suciedad, la falta de amabilidad y la nula atención a bordo. Un snack en diez horas que nadie se come. Qué tristeza, y qué peligro.

¿Quién le pone el cascabel a ese gato sin dueño?

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P. D. Denuncio esta lamentable situación porque me consta su deterioro, así como felicito a sus pilotos. Ellos ni se enteran de lo que sucede en el interior de la nave. Les sugiero que lo hagan. Ellos son la autoridad.

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