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LA REUNIÓN DE LA FAMOSA COMIsión Latinoamericana de Drogas y Democracia, como se sabía de antemano, no sirvió para nada.
Llevamos décadas en que se organizan foros, se traen “expertos” en la materia, funcionarios colombianos con el dinero de todos nosotros viajan a diferentes países a “empaparse” de la problemática, y lo único tangible es un carameleo, una “mamadera de gallo” y una indiferencia rayana en la irresponsabilidad absoluta de los gobiernos de turno, incluyendo el actual, sobre el problema del consumo de alcohol y otras clases de estupefacientes en Colombia.
Esta Comisión sirvió sólo para recalcar que la segunda causa de muertes en el mundo es la adicción a las drogas, después de los infartos y derivados cardiovasculares. Léase bien: la segunda. Pero aquí no pasa nada. El Presidente, con una mirada miope, por decir lo menos, simplemente ve la solución en penalizar a los consumidores. Pues bien, tendría que estar el noventa y nueve por ciento de los colombianos en las cárceles. O decretar el país por cárcel. El consumo es un hecho. Punto. Lo que tiene que hacer el Ministerio de Protección Social, que hasta ahora no ha brillado por su labor en ningún campo, es incluir en el POS la enfermedad de la adicción, suministrar recursos a los pocos centros e instituciones especializadas en tratar esta enfermedad primaria, progresiva y mortal.
Lo digo como adicta que soy. No sé si ahora debo pagar cárcel por haber bebido y consumido muchos años hasta destruir gran parte de mi vida y la de mi familia. Hace unos días estuve compartiendo mi testimonio en una institución que me salvó la vida hace ya algunos años y me devolvió los valores perdidos y la alegría de vivir. Me estremecí al mirar que el noventa por ciento de los internos eran menores de edad, con sus miradas perdidas, sus sueños rotos, sus esperanzas truncadas.
Le sugiero al congresista Armando Benedetti que presente un proyecto de ley sobre esta problemática. Estamos perdiendo a la juventud. Ya los padres se perdieron muchísimos y se nota en la falta de liderazgo y competitividad. No se trata de penalizar el consumo. Se requiere un plan de prevención como lo manda la Constitución, donde la familia, la sociedad y el Estado tienen la obligación de asistir y proteger al niño y al joven para garantizar su desarrollo armónico e integral. Se requiere tratar el problema como un problema de Salud Pública. No se trata de que los HH.PP. de las bancadas gobiernistas queden “bien” ante el Mandatario aprobando la penalización. A otros idiotas con ese cuento. Ministro, si sale bien librado de los hechos y cohechos, dedíquese a enfrentar este cáncer emocional, mental y conductual que se esparce como metástasis imparable entre nuestra juventud. Lo invito, cuando quiera, a darse un paseíto por instituciones mentales, de rehabilitación y otros sitios, para que palpe, mire y se dé cuenta de la gravedad del problema.
El único Plan de Prevención serio fue el del alcalde Garzón “Vivir ConSentidos”. Ojalá lo sigan y lo copien en toda Colombia. Lo demás es caramelo y querer tapar el sol con las manos en un país embalado, agresivo, drogado y alcoholizado. No lloremos más tarde lo que no supimos corregir a tiempo. Penalicemos a los indiferentes. No a los que caen en esta trampa mortal.
