Publicidad

Bicentenarios

Sigue a El Espectador en Discover: los temas que te gustan, directo y al instante.
Aura Lucía Mera
29 de junio de 2010 - 03:37 a. m.
Resume e infórmame rápido

Escucha este artículo

Audio generado con IA de Google

0:00

/

0:00

EMOCIONANTE. PIEL DE GALLINA. Escuchar los acordes del Himno Nacional en Oviedo, la capital del Principado de Asturias, una ciudad con toda la historia céltica, mora, medieval, cristiana y global.

Escuchar los acordes interpretados por cincuenta músicos de la Filarmónica de Oviedo. Violines, chelos, vientos y percusión. Un concierto organizado por la Fundación Padrinos Asturianos que ayudan a la educación de cientos de niños en Cali. Homenaje también al Bicentenario. Bicentenario que me lleva a pensar en muchas cosas, contradictorias, en pro y en contra de la famosa conquista de América.

Agradecida de haber heredado el idioma. No sería yo si mis ancestros no hubieran sido piratas y gitanos, ni mi temperamento sería el mismo de haber sido “descubierta” por un rosadito y hosco holandés o algún flemático y transparente británico. No hubiera conocido los cánticos sagrados ni las blasfemias. No hubiera tenido una Cruz para venerar ni una Iglesia para rebelarme. No hubiera conocido las corridas, ni el flamenco, ni el aceite de oliva, ni el pan de ajo. Tal vez sería rubicunda, pecosa y más fofa. Sin sentido del humor y cenando pastel de ruibarbo. Estoy agradecida a mis piratas, mis aventureros, mis gitanos y mi mezcla. No hubiera deseado ninguna otra. Soy privilegiada. Por otra parte, todavía se me alborota la bilis cuando pienso, corroboro y veo a diario cómo en la Conquista arrasaron nuestra cultura ancestral. Cómo demolieron templos, cómo obligaron a sangre y tortura limpia a renegar de creencias milenarias para forzarnos a adoptar otras. Cómo la Cruz, símbolo del mensaje de amor de Cristo, se convirtió en arma mortal de sumisión. Sobre todo creo, y cada vez me convenzo más, que la Corona española y el actual gobierno de España se lavaron olímpicamente las manos al llevar a América miles y miles de africanos, desarraigándolos de sus orígenes, de su continente mágico, de su cultura y de sus tradiciones y los dejaron tirados en el continente americano. Ese genocidio, muchísimo peor que todos los que se han cometido, jamás se ha reparado en forma. Se habla de los afrodescendientes, sin que se nos encoja el alma. Como si hubieran llegado a América por voluntad propia.

Hace pocos días, en Holanda, comprobé cómo un canasto tejido por los Masai Mara es idéntico, absolutamente idéntico, a los tejidos en nuestras costas chocoanas. Siguen intactas las tradiciones artesanales, los ritmos, los sones, los rituales. Sería la hora ya de que España, porque me refiero a la conquista de Latinoamérica, de verdad se comprometiera a fondo a ayudar con programas reales al desarrollo, educación, vivienda y oportunidades de esos millones de afrodescendientes que hace unos cientos de años llevaron como esclavos, como animales de carga, y dejaron al garete cuando las emancipaciones criollas se rebelaron contra la Corona. Se podrían establecer acuerdos y compromisos bilaterales para, si no reparar, porque el daño ya se hizo, sí iniciar un compromiso histórico con nuestros hermanos africanos que dejaron los conquistadores en las costas americanas. Hermanos de patria, que siguen enriqueciéndonos con sus tradiciones, pero que siempre han estado olvidados de la mano de Dios. El Dios ibérico que los depositó en América.

Conoce más

Temas recomendados:

 

Sin comentarios aún. Suscríbete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta  política.