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Bien, doctor Mendoza

Aura Lucía Mera

15 de septiembre de 2014 - 11:05 p. m.

En un excelente reportaje en El País de Cali, Margarita Vidal le cede la palabra al doctor Juan Mendoza, presidente de la Academia Nacional de Medicina y de la Fundación Pro Derecho a Morir Dignamente.

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Este neurocirujano, retirado a los 65 años, afirma “que un neurocirujano debe retirarse antes de que lo retiren sus manos...”, cosa que me parece una lección de ética en esta profesión que cada vez más se convierte en un negocio “especializado”. Es partidario de la eutanasia, aboga por la medicina preventiva, ataca la Ley 100 “que llevó a la deshumanización de la práctica médica... donde las EPS dan las medicinas más baratas y no las que necesitan los pacientes...”, y nos explica cómo podemos afiliarnos a DMD (Derecho a Morir Dignamente)...

Me imagino que los furibistas, con el inquisidor a la cabeza, lo condenarán al fuego eterno, donde debe asarse en compañía de García Márquez, de los que creemos en la paz y de los que denunciamos las actuaciones esquizofrénicas de la ultraderecha.

Personalmente me espanta que el ser humano, léase hombre, mujer, adulto, adolescente, niño, bebé, se haya convertido en un conjunto de piezas separadas de un Mecano o Lego, donde se fracciona el cuerpo para examinarlo y tratarlo por pedacitos. La tecnología de punta. Los aparatos de medicina nuclear. Los medidores de enzimas, los ecógrafos, y naturalmente los “especialistas” parecen haber olvidado que formamos un todo: cuerpo, emociones, pensamientos. Y no podemos seguir sometidos al desmembramiento médico.

Los médicos generales deberían volver por sus fueros. Los especialistas deberían coordinarse con ellos. Muchas veces el que ordena una receta para la depresión no tiene ni idea de que el “paciente” tiene cirrosis y no tolera ese medicamento.

El derecho a morir dignamente debería incluirse entre los derechos fundamentales de todo ser humano. Lo que se debería prohibir es la conexión artificial y mecánica de un enfermo terminal. Debería prohibirse morir aislado, lleno de tubos y en un cubículo aséptico y solitario. Por ley, el enfermo debería estar acompañado de sus seres queridos, en su entorno, en el momento del adiós.

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Lo mismo la eutanasia. Va contra todas las leyes naturales prolongar la agonía de alguien. Antiguamente la gente se moría naturalmente cuando tenía que morirse. Actualmente se convierten en muertos vivos, atados a máquinas y tubos que los llevan a durar un tiempo más, sin vivir. No están ni vivos ni muertos.

Felicito al doctor Mendoza por esas respuestas contundentes, valientes, frenteras. Por atacar la corrupción de los sistemas de salud, por denunciar la inequidad con que se trata a pacientes ricos y pobres, por proponer que el sistema de salud se enfoque en las personas sanas, descubriendo las enfermedades a tiempo, y por ampliar la responsabilidad de la prevención a los ingenieros sanitarios responsables de las redes de acueducto, el manejo de deshechos contaminantes, alcantarillados, etc.

¡El doctor Juan Mendoza nos invita a ponernos la camiseta de la salud preventiva y a ejercer nuestros derechos de vivir y morir dignamente! ¿Seremos capaces?

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