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¡Bienvenidas las marchas!

Aura Lucía Mera

04 de abril de 2016 - 03:21 p. m.

No comparto las críticas furibundas de algunos políticos camaleónicos, expertos en mermeladas, lagarterías, voltearepismos serviles e interesados contra la marcha del 2 de abril.

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Como ciudadana del común, aclaro que no pertenezco ni al santismo ni al uribismo y, aunque no marché, considero que en toda democracia se debe respetar el derecho a salir a las calles y a manifestar lo que pensamos. Ya sea en contra o a favor de lo que sucede.

Un país sin derecho a pronunciarse está sometido a una dictadura. La libertad de expresión es un derecho sagrado. En Colombia afortunadamente todavía tenemos derecho al ladrido; a leer lo que se nos dé la gana; a decir lo que pensamos. Y este derecho lo tenemos que defender a capa y espada.

Desafortunadamente tendemos a confundir la gimnasia con la magnesia. Y esta oportunidad de salir a las calles se vio mutilada precisamente porque se torció hacia la polarización política. Creo que si no hubiera sido patrocinada por el uribismo la respuesta ciudadana hubiera sido multitudinaria. Pero al tener nombre propio, defender intereses muy particulares y dispersarse sin un objetivo claro le hizo perder la brújula y la convirtió en algo gaseoso, gelatinoso y abstracto.

Por los datos de periódicos y noticieros creo que no llegaron a 100.000 las personas que salieron en total , en un revoltijo de pancartas y mensajes que cubrían desde grupos neonazis hasta protestantes por la sequía y el fenómeno de El Niño. Y esto, en un país de más de 40’000.000 de habitantes, es una gota de agua en un océano.

No tengo datos de campesinos marchando. Tampoco de esos pueblos olvidados que ahora pueden respirar más tranquilos porque ya no están en el centro del conflicto demencial. Porque ya sienten un ambiente de paz en su entorno, al contrario de las grandes capitales... y eso da mucho que pensar.

Creo firmemente en la paz. Colombia necesita llegar a un acuerdo con las Farc y con el Eln. No podemos seguir matándonos. Punto. Lo hemos tolerado y auspiciado desde la Colonia y las condiciones de vida de los más vulnerables no han cambiado. Los ricos cada vez más ricos y los pobres cada vez más pobres y sin esperanza. Los que ponen los muertos son ellos. Los desplazados son ellos. Ni las Farc ni el Eln, que se iniciaron en la lucha armada para lograr un cambio social, ni las élites que nos han gobernado han logrado cambiar nada. Sólo aumentar los ríos de sangre. Esto es lo que hay que parar. Y si sumamos las atrocidades de las Auc que tienen paternidad responsable y total impunidad. ¿Quién tira la primera piedra?

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Aquí no hay buenos ni malos. Aquí todos somos responsables de la sangre del pueblo derramada en vano. Siguen las castas. La corrupción política aumenta. Las cortes y el Congreso son una vergüenza. La inequidad se desborda. Los debates políticos se convirtieron en sartas de insultos y gritos. A ver cuándo le empezamos a jalar en serio al respeto y a la tolerancia, y asumimos cada uno nuestro papel en esta historia.

Posdata: la PAZ no es de Uribe ni de Santos. Es un derecho inalienable de todos los colombianos. Lástima que la marcha se jodió por la polarización. Aunque camuflada de colores, ¡ya sabíamos la intención!

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